La última semana fue de revelaciones políticas. El presidente, Rodrigo Chaves; la ministra de Salud, Joselyn Chacón; y la diputada oficialista Pilar Cisneros descubrieron que el trol Piero Calandrelli miente. Se me sale el “¡guay!” que expresa el mandatario cuando habla con ironía a un periodista. Sí, “guay”, ¡engañan!
Quizás ellos tres no lo sabían, pero sí, los troles mienten porque son mercenarios digitales, y son capaces de más. Los troles y quienes los operan son tan faltos de escrúpulos que bombardean una democracia, como lo hicieron los rusos al avivar, con mentiras, polarización y odio el conflicto en las elecciones del 2016 en EE. UU. Solo por medio de Facebook desinformaron a 126 millones de personas utilizando cuentas falsas.
En Centroamérica, Nayib Bukele y Daniel Ortega dominan la receta. Bukele es producto del troleo. Desde el 2015, desprestigia medios de comunicación y a periodistas que le incomodan. También a sus adversarios. Ortega es experto por la “granja de troles” (1.000 cuentas falsas) que gestó para manipular desde una oficina de Gobierno.
Costa Rica no escapa al troleo. En la campaña de la primera ronda, en febrero del 2022, Facebook descubrió una empresa con oficinas aquí y en El Salvador con 233 troles y pagos de $128.000 para posicionar “candidatos presidenciales”. No fue caridad.
Lo menos que podía esperarse con tal revelación de Facebook era que el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) investigara el origen de los $128.000 para identificar cuál platudo influyó en las votaciones. Y, a partir de las averiguaciones, proponer legislación para sancionar el troleo como rutina electoral. Sin duda, este caso evidenció que mentes perversas pagan para manipular a los votantes y, por ello, procedía que los magistrados actuaran desde entonces para contrarrestar que se repita en las municipales del 2024 o las nacionales del 2026.
Nunca es tarde. Es oportuno que el TSE indague el origen del dinero y evite que autores intelectuales y troles manipulen y se empoderen con este sucio e inmoral trabajo. Si el país tolera que persista el troleo, con la excusa de ausencia de ley, quien se verá herida es la democracia y la estabilidad social.
Ingresó a La Nación en 1986. En 1990 pasó a coordinar la sección Nacionales y en 1995 asumió una jefatura de información; desde 2010 es jefe de Redacción. Estudió en la UCR; en la U Latina obtuvo el bachillerato y en la Universidad de Barcelona, España, una maestría en Periodismo.
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