Para Chaves, sus acompañantes de podio y sus repetidores en las redes sociales, las ilusiones creadas son más importantes que la realidad vigente; artilugios simbólicos para controlar el discurso público, crear la ilusión de éxito o, al menos, fortaleza, y mover encuestas.
Bajo la superficie de sus actos discursivos es fácil identificar siete impulsos primarios, que activan según el caso: evasión, distracción, exageración, distorsión, provocación, agitación y agresión. Los desplegaron el martes, tras la resolución de la Sala Constitucional sobre el proyecto de referéndum para restar competencias a la Contraloría. Su decisión no admite dudas: los cuatro artículos de la llamada “ley jaguar” que consultó el Tribunal Supremo de Elecciones son inconstitucionales. Sobre el resto no se ha pronunciado.
Tras apostar tanto capital político al proyecto, el golpe fue enorme para el gobierno. Sin embargo, el presidente lo disfrazó de éxito, aunque su jefa de fracción legislativa acusó a la Sala de “pasearse” en la democracia. Y sin esperar la totalidad de la sentencia ni la decisión sobre otras dos consultas de constitucionalidad, mandó un nuevo proyecto “reforzado” e “inmaculado” de referéndum a la Asamblea: el show debe seguir.
En su breve ensayo “La mentira en política”, la pensadora alemana Hannah Arendt afirma que, en ese terreno, “el autoengaño es el peligro por excelencia”, y añade: “El engañador autoengañado pierde todo contacto no solo con su audiencia, sino también con el mundo real, que aun así le alcanzará”.
No sé hasta dónde llevará el presidente su estrategia. Me temo que persistirá en ella; por ahora, ha reactivado su iracundia insultante. Al resto de los ciudadanos, en cambio, nos corresponde enfocarnos en la realidad, no en la imagen.
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El autor es periodista y analista.