La palabra surgió el pasado 28 de mayo en un tuit de la senadora Cristina Kirchner y ante la exhortación del presidente de Argentina, Mauricio Macri, a los legisladores peronistas “de que no se dejen conducir por las locuras de Cristina”.
El tuit de Cristina, picante y sagaz, decía: “Tratar de loca a una mujer. Típico de machirulo”. Macri reconoció después a los periodistas que ignoraba el término.
Con mucho gusto, doy a conocer el significado (a Macri y a cada lector): el machirulo es un semichulo, un hombre que, pese a querer ser dominante, no acaba de serlo.
La web estalló de inmediato, obvio. Pero el revuelo suma y sigue. Ahora, la académica y escritora Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) propuso a sus colegas de la Real Academia Española que se incluya el neologismo –que eso es– en el Diccionario de la Lengua.
Lo artificial y lo espontáneo. Es probable que “machirulo” sea un acrónimo, un vocablo formado por dos o más palabras (el principio de la primera y el final de la última, a partir de machi y chulo o de macho y pirulo).
Lo cierto es que la expresión viene de la lengua misma, tocando una fibra allí donde cualquier palabra importada no llega; y lo hace de manera oportuna– con una puntualidad de relojería– en esta época de reivindicación femenina y de imaginario popular antimachista.
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Ya lo dijo el poeta Pablo Neruda: “Todo está en la palabra. Una idea entera cambia porque una palabra se trasladó de sitio”. La palabra emerge entonces, flamante o antiquísima, y se pone a ensayar sus siguientes pasos como un potrillo recién parido.