Está claro que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, no tiene intención de seguir una política de “buen vecino”. Se ha burlado del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, llamándolo “gobernador”, al mismo tiempo que proclamó que un país de 40 millones de habitantes debería convertirse en el estado 51 de Estados Unidos. Tras la primera conversación telefónica que mantuvo con la nueva presidenta de México, Claudia Scheinbaum, la mandataria tuvo que salir a decir, cortésmente, que no había aceptado ninguno de los términos que Trump dijo que había aceptado.
Ahora Trump pretende reabrir un debate sobre el control del Canal de Panamá que se zanjó hace cincuenta años. Pero, en este caso, las declaraciones de Trump resuenan con un sentimiento profundo que durante mucho tiempo sustentó la anterior política norteamericana sobre este tema. Al fin y al cabo, el Canal de Panamá fue una idea estadounidense, creación de Teddy Roosevelt a principios del siglo XX, y a Estados Unidos le ha costado desprenderse de ella desde entonces.
Por el Canal de Panamá pasa el 5% del comercio mundial de mercancías y el 40% del tráfico de contenedores de Estados Unidos. El canal, que conecta los océanos Atlántico y Pacífico a través de una vía navegable de 82 kilómetros que atraviesa el istmo de Panamá, se ha visto envuelto en la creciente rivalidad geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China. Las declaraciones de Trump sobre la recuperación del canal por parte de Estados Unidos ante el supuesto aumento de la influencia china en Panamá han escandalizado a muchos, sobre todo, a los panameños, que las consideran una afrenta a su soberanía.
Pero la soberanía ha sido un concepto maleable a lo largo de la historia de Panamá. Enfrentado a los vestigios del imperio español en América, Roosevelt consideró crucial establecer una ruta para el comercio estadounidense entre el Atlántico y el Pacífico que evitara la necesidad de circunnavegar América del Sur. Había dos opciones: Nicaragua y Colombia. Esta última resultaba más sencilla, pero implicaba algunos juegos de manos por parte de Estados Unidos.
La administración de Roosevelt apoyaba a una facción que buscaba la secesión de Colombia, lo que condujo a la creación del nuevo estado de Panamá, donde Estados Unidos podía llevar a cabo el proyecto favorito de Roosevelt. En 1903, Estados Unidos recibió autorización para construir un canal y ejercer el control de la Zona del Canal de Panamá “a perpetuidad”, a cambio de pagos anuales a Panamá.
Con la toma de Panamá y la construcción del canal estaba en juego algo más que una ruta comercial estratégica. En una carta a Sir George Otto Trevelyan, Roosevelt escribió: “Siempre que he podido establecer un precedente de fuerza en el ejecutivo, como hice al... tomar Panamá... he sentido no solo que mi acción era correcta en sí misma, sino que, al mostrar la fuerza del ejecutivo, o al darle fuerza, estaba estableciendo un precedente de valor”.
En sus memorias, Roosevelt reconoció que “lamentaba” haber utilizado la fuerza para violar la soberanía de Colombia, pero Estados Unidos nunca presentó una disculpa formal ni ofreció compensación alguna. La versión de 1914 del Tratado Thomson-Urrutia entre Estados Unidos y Colombia expresaba el “sincero pesar de parte de Estados Unidos por el hecho de que hubiera ocurrido algo que interrumpiera o estropeara las relaciones” con Colombia. Pero la continua oposición de Roosevelt a este tipo de declaraciones oficiales, reforzada por funcionarios estadounidenses como el secretario de Estado John Hay (que apoyó las acciones del expresidente en Panamá), retrasó la ratificación del tratado. Recién en 1921, cuando se eliminó el pasaje ofensivo, el Senado ratificó el tratado, que ofrecía reparaciones, pero no una disculpa ni una admisión explícita de haber obrado mal.
Las tensiones en torno a la Zona del Canal siguieron latentes durante décadas. En los años 1960, el creciente resentimiento hacia el poder estadounidense en América Latina culminó con la breve suspensión de las relaciones diplomáticas por parte de Panamá en 1964.
La entrega del canal
A partir de entonces, la cuestión preocupó a más de una administración norteamericana. En 1964, tras consultar con los expresidentes Harry Truman y Dwight Eisenhower, el presidente Lyndon Johnson se comprometió a trabajar para llegar a un nuevo acuerdo con Panamá. Se necesitarían 14 años de negociaciones bipartidistas bajo dos presidentes demócratas y dos republicanos antes de llegar a un acuerdo. Finalmente, fue Jimmy Carter quien decidió que había llegado el momento de entregar el canal a Panamá y reparar las injusticias llevadas a cabo en la región. En un discurso televisado a todo el país, Carter les dijo a los norteamericanos que:
“La razón más importante —la única razón— para ratificar los tratados es que redundan en el máximo interés nacional de Estados Unidos y reforzarán nuestra posición en el mundo. Nuestros intereses de seguridad serán más fuertes. Nuestras oportunidades comerciales mejorarán. Demostraremos que, como país grande y poderoso, somos capaces de brindar un trato justo y honorable a una nación soberana más pequeña, pero orgullosa”.
Incluso con la decisión de Carter de llevar a cabo una ratificación, harían falta meses de esfuerzo para superar la oposición de la opinión pública y del Congreso estadounidenses. Finalmente, en 1977, Estados Unidos llegó a un acuerdo con el general panameño Omar Torrijos para transferir el control de la vía navegable.
Pero había una letra pequeña importante. Uno de los dos tratados que firmaron los países especificaba que Estados Unidos seguía controlando la seguridad del canal y que podía utilizar la fuerza militar para defenderlo contra cualquier amenaza a la neutralidad. De hecho, Estados Unidos conservaba el derecho a defender el canal para siempre. Los tratados estipulaban que la Zona del Canal se entregaría a Panamá en 1979, y que la transferencia de la explotación del canal se completaría en 1999. Un año más tarde, el Senado ratificó los Tratados Torrijos-Carter por un margen estrecho, y Estados Unidos siguió operando el canal hasta diciembre de 1999.
Vistas a la luz de esta historia, las recientes declaraciones de Trump pueden resultar chocantes, pero no sorprendentes. Mientras Trump contempla su próximo movimiento en torno al Canal de Panamá, la pregunta que deberíamos hacernos es si Estados Unidos alguna vez llegó a aceptar verdaderamente renunciar a él.
Ruti Teitel es profesora de Derecho Comparado en la Facultad de Derecho de Nueva York y autora del libro de próxima publicación Presidential Visions of Transitional Justice (Oxford University Press, 2025).
© Project Syndicate 1995–2025