Me cuesta entender cómo a estas alturas del siglo XXI en Costa Rica todavía usamos calcomanías en el parabrisas para verificar el cumplimiento del pago de impuestos y seguros, así como de la revisión técnica de los vehículos. Ese sistema no solo es caro y engorroso, sino también inefectivo.
El marchamo de papel pegado en el parabrisas es inefectivo porque el oficial de tránsito debe estar muy cerca y el vehículo detenido para poder verificar que está al día en sus obligaciones.
El marchamo electrónico no tiene fuente de poder, pero tiene una vida útil de diez años. Tiene un chip (con una antena diminuta) que es capaz de recibir una señal de radio encriptada y emitir otra señal de vuelta (conteniendo el número de placa y de VIN) al dispositivo que envió la señal que estimuló la antena del chip.
Los datos, convertidos en bits, son transmitidos por internet a un centro de almacenamiento donde se procesan y se emite una respuesta, todo esto en menos de un segundo.
La identificación por medio de radio frecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) es una tecnología bastante madura, cuyas capacidades han mejorado mucho con el tiempo, a la vez que se ha reducido el costo.
Esta tecnología permite una serie de maneras novedosas y efectivas para verificar el cumplimiento de las obligaciones de cada vehículo. El oficial de tránsito verificando límites de velocidad también podría verificar si el vehículo se encuentra al día con el seguro, los impuestos y la revisión técnica. Obviamente deben existir listas de placas y VINes que se encuentran morosos con sus impuestos y seguros (que se pagan juntos), vehículos que no han aprobado la revisión técnica e incluso, vehículos robados.
Existe un sinnúmero de maneras de verificar si un vehículo está en una o más de estas listas y tomar medidas al respecto. Por ejemplo, podría ser que la presencia en estas listas amerite que el brazo del peaje no se levante o que la bomba de gasolina no dispense. Obviamente aquí la imaginación es una seria restricción.
En el caso del seguro obligatorio, por ser obligatorio, al reducirse el costo de imprimir los marchamos y los derechos de circulación, y aumentarse la cobertura (por la certeza de ser detectado), el costo del seguro para todos se reducirá, probablemente de manera significativa.
Si la detección de vehículos robados aumentara significativamente, la probabilidad de robo bajaría y con ella las primas de los seguros contra robo.
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Dudas y detractores
Ante el proyecto del INS de emitir marchamos electrónicos este año han surgido dudas y detractores. Hay quienes consideran que, si Murphy viviera en esta época, la ley de Murphy diría: “si un dato puede ser mal utilizado, lo será”. Otros piensan que la ley de Murphy más bien diría “si un dato existe, será mal utilizado”.
Las dudas surgen de la posibilidad de utilizar el sistema detrás del marchamo para monitorear a la población que no utiliza transporte público, porque para los que utilizan el transporte público se diseñó el pago con tarjeta de crédito o débito.
Esto nace de que sin importar las medidas que se tomen para resguardar la privacidad de la información, esta nunca será 100% segura. Muestra de esto es el hackeo del año pasado en varias instituciones públicas.
No hay duda de que el proyecto del INS tiene contempladas muchas y muy buenas medidas de protección de datos, pero yo sugiero que no hay mejor protección que reducir al máximo la cantidad de datos existentes.
En el caso del marchamo se podría decidir que únicamente podrán ser leídos por oficiales de tránsito con dispositivos móviles, es decir, no habrá antenas en postes, ni en rotondas o en peajes. Claro que el reducido número de oficiales de tránsito disponibles sugiere aprovechar lugares estratégicos para capturar datos que permitan verificar el cumplimiento, ya que eso aumentará el cumplimiento para el beneficio de todos.
Pero tal vez, más importante que reducir la cantidad de datos, sea no guardar datos no necesarios. Esto es, todas las consultas que resulten en “vehículo al día” son inmediatamente desechadas, ni siquiera se guardan con fines de auditoría, solo tienen una existencia fugaz, nunca ocupan espacio en un disco duro, en ningún lugar del planeta.
Es probable que esta idea no le agrade a la auditoría, ya que hará su trabajo más difícil, pero opino que vale la pena, también opino que las auditorías técnicas externas, semestrales, en este tipo de sistema, son esenciales.
Siempre me ha parecido increíble que sabiendo todos que hay miles de vehículos que no cumplen con los seguros, impuestos y revisiones, durante años no hayamos hecho nada al respecto.
Me parece difícil de creer porque todos sabemos que, los que sí cumplimos pagamos más debido a los que no cumplen. Y ahora, hay quienes se indignan porque eventualmente el sistema podría permitir que alguien sepa por donde andan los que no deberían andar por ahí.
Claro que no se puede condonar el monitoreo de ciudadanos, pero la posibilidad de que los datos sean mal utilizados siempre ha existido. No se necesitan marchamos electrónicos para monitorear la movilidad ciudadana, las cámaras hacen esto de manera muy eficiente.
El poder de las cámaras
La tecnología de reconocimiento de número de placas a altas velocidades tiene más de 20 años de ser utilizada con excelentes resultados alrededor del mundo. Hoy en día se pueden poner y quitar cámaras inalámbricas en lugares públicos en cuestión de minutos. Cámaras diminutas que despliegan imágenes de calidad asombrosa y son muy baratas. No hay ningún premio por adivinar dónde las hacen.
La tecnología de reconocimiento facial es un poco más compleja, pero está mejorando a pasos agigantados. En países menos democráticos es el Estado quien monitorea a dónde van y qué hacen todos los ciudadanos, todo el tiempo. 1984 de Orwell, en tiempo real.
Podemos estar en contra de la tecnología de reconocimiento facial, por la amenaza a la privacidad que esta representa, pero hay que reconocer que hay situaciones donde se justifica perfectamente su utilización. Por ejemplo, en la fila de migración antes de entrar al país o como medio para demostrar que uno es quien dice ser, sin tener que desplazarse a un lugar a perder el tiempo. Pero como todas las tecnologías, su uso debe regularse, sin matar la innovación.
A mí, sin embargo, lo que más me sorprende, es gente que promueve detener el progreso defendiendo la privacidad, mantiene actividad constante en redes sociales, donde comparten con Raymundo y todo el mundo, aspectos personales íntimos.
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica desde 1988 y organizador del TEDxPuraVida.