Al fin Ricardo Martinelli, expresidente panameño y candidato a las elecciones del próximo año, ha sido condenado por la justicia de su país. La pena: 10 años y 8 meses de cárcel y una multa de $19,2 millones. El cargo: blanqueo de capitales, al recibir $43,9 millones en comisiones por obras de infraestructura durante su gobierno (2009-2014) y usarlas para adquirir la empresa editorial Panamá América y controlar sus medios.
La sentencia merece aplauso. Constituye un claro ejercicio de independencia judicial y rompe el manto de impunidad que lo ha protegido. En noviembre del 2021, tras un largo proceso en varias partes, Martinelli fue absuelto por el delito de interceptar comunicaciones sin autorización judicial. En agosto enfrentará otro caso por blanqueo de capitales: recibir sobornos de la compañía constructora brasileña Odebrecht.
Nada de lo anterior, al menos hasta ahora, impedirá que siga en campaña; tampoco, que pueda ganar la presidencia, por tres razones. La primera, que solo será inhabilitado si la sentencia queda en firme, pero aún faltan dos pasos: la apelación ante un tribunal superior y un recurso de casación, y no hay certeza de que el proceso concluya antes de las elecciones de mayo.
La segunda: hasta ahora Martinelli está a la cabeza en la mayoría de las encuestas, y dudo que los casos de corrupción, de sobra conocidos, minen lo suficiente un núcleo electoral amarrado al argumento de que se trata de patrañas políticas y como “todos los políticos roban”, lo suyo no sería excepción. La tercera es que, a diferencia de Costa Rica, no hay segunda vuelta: el primero gana, y tres candidatos principales (además de otros menores) compiten entre sí: el vicepresidente Gabriel Carrizo, del Partido Revolucionario Democrático (PRD); Rómulo Roux, de Cambio Democrático; y el expresidente Martín Torrijos, que dejó el PRD y es postulado por el Partido Popular.
Martinelli “va a ser candidato presidencial sí porque sí”, dijo su vocero. Suena a amenaza, pero quizá sea innecesaria como tal. Si la sentencia no queda en firme, podrá competir, posiblemente ganará y llegará a la presidencia con un brutal ánimo de revancha y depredación. No exagero al calificar esta posibilidad como la principal amenaza para la democracia panameña desde su restitución.
Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).
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