Tengo serias dudas sobre la conveniencia o necesidad de formar una coalición de partidos para “derrocar el chavismo”, como proponen algunos. Aunque las circunstancias podrían cambiar, por el momento estas son mis razones:
1) En la medida en que exista, el “chavismo” no es un movimiento enraizado y de base popular, sino una heterogénea amalgama de enojos, frustraciones, intereses y ambiciones alrededor de una persona (o dos, si añadimos a la diputada Pilar Cisneros), construida mediáticamente e impulsada desde el podio presidencial. 2) Tiene naturaleza reactiva; se define más por el ayer que denigra, que por el presente que construye o el futuro que propone. Hacerlo el blanco de una coalición sería elevarlo a una categoría que no tiene, adoptar como razón de ser un fin negativo, y caer en un juego de contradicciones sin sentido.
3) Superar la amalgama de aspiraciones o ambiciones dentro de los partidos para llegar a propuestas y –sobre todo–a candidaturas comunes, sería en extremo desgastante, casi imposible, y una potencial fuente de peligrosas fracturas. 4) Sobre todo si incluyera a los tradicionales (hagan su lista), podría vérsele como una operación desde las cúpulas, o un intento por volver al pasado que, precisamente, generó el fermento del que surgió Chaves. Resultado: las heridas internas estimularían múltiples disidencias, las posibilidades de triunfo serían muy remotas y el caldo de cultivo para populismos obtusos podría ampliarse.
¿Hay otros caminos, además de los partidos democráticos existentes? Creo que sí, y percibo la iniciativa Agenda Viva como un promisorio esfuerzo en construcción. Presumo que no está en su esencia convertirse en una coalición partidaria. Más bien, apunta a una alianza de personas, sectores y movimientos múltiples, con dirigentes políticos incluidos, en clave propositiva y orientada a desarrollar “una hoja de ruta para cambiar el país”. Esto incluye buscar puntos comunes en medio de la diversidad, y superar viejos atavismos paralizantes.
Mientras más se consolide, extienda y organice, más podrá incidir en las opciones electorales que se planteen y, sobre todo, ayudar a que una casi segura segunda vuelta se defina a favor de la más abierta, democrática, progresista, sensata y capaz de dar el salto al futuro que tanto necesitamos.
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