«Jesús les respondió: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le dijeron: “¿Cómo vamos a comprar nosotros pan suficiente para darles de comer?”. Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Lo averiguaron, y le dijeron: “Cinco panes y dos peces”. Les mandó que se sentasen todos por grupos sobre la hierba verde. Y se sentaron en corros de ciento y de cincuenta. Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo y los bendijo; partió los panes, y se los dio a los discípulos para que se los distribuyeran a la gente. Repartió también a todos los dos peces. Todos comieron y se hartaron; y se recogieron doce canastos llenos con las sobras de los panes y de los peces. Los que comieron fueron cinco mil hombres». (Marcos 6,37-44).
Este milagro es relatado varias veces en el Nuevo Testamento. Me parece que la versión del Evangelio según Marcos es la más conocida por los cristianos. Lo recordé uno de estos días después de leer una noticia que, lo tengo por seguro, ya habrá sido más leída que los ocho versículos aquí transcritos: el mayor acaudalado que haya existido sobre la tierra se declaró dispuesto a donar, con ciertas condiciones, $6.000 millones —alrededor del 2 % de su fortuna— para combatir el hambre en el mundo.
¿En cuántas meriendas campestres se transfiguraría esa donación? Se le podría preguntar a un intendente de cárcel o de regimiento, pero me abstendré de hacer eso porque no dudo que, ante la misma pregunta, mi recordada maestra de catecismo me habría dicho: «Diay, chiquito, ¡sacale punta al lápiz y hacé vos mismo los cálculos!». Eso es justamente lo que intentaré.
Todo parece indicar que la generosidad del archimillonario fue suscitada por la alarma lanzada por las organizaciones humanitarias internacionales ante el hecho de que, en estos momentos, no menos de 40 millones de personas se encuentran abocadas a una hambruna inminente: un número 12.000 veces mayor que el de las «ovejas sin pastor» alimentadas milagrosamente por Jesús en aquella oportunidad.
Hechas las operaciones aritméticas necesarias, terminamos por descubrir la magnitud del nuevo milagro: la ONU contaría durante aproximadamente un año con medio dólar diario para alimentar a cada una de esas personas que hoy están al borde de la hambruna. ¿Y qué seguiría después?
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El autor es químico.