En la columna anterior, señalé que, además del porcentaje de desempleo más bajo desde el año 2010, el mercado laboral presenta otra característica que no permite concluir con total claridad que ya se encuentre recuperado de los efectos de la pandemia.
El porcentaje de personas que tienen empleo (tasa de ocupación) ronda entre el 50 % y el 53 % en el período poscoronavirus, inferior al 56 % en el mes previo a la emergencia sanitaria.
La situación, algo paradójica, se debe a que la gente, en lugar de continuar buscando empleo, decidió abandonar el mercado de trabajo, y se les contabiliza no como desempleados, sino como personas fuera de la fuerza de trabajo.
Este indicador ha sufrido un cambio radical. Pasó de representar, en promedio, un 38 % de la población en edad de trabajar antes de la pandemia a situarse por encima del 43 % en los últimos dos años, alcanzando un máximo histórico del 47 % el año anterior.
Para ser más claro, si se comparan los datos del INEC de agosto del 2024 con los de febrero del 2020, encontraremos que la población con empleo no ha crecido, el número de personas desempleadas disminuyó en 147.000, pero la cantidad de individuos que se declaran fuera de la fuerza de trabajo aumentó en casi 400.000.
Nos encontramos frente a una fuerza de trabajo reducida, un aumento considerable de quienes no desean o no pueden trabajar, y solo el 28 % del aumento del grupo fuera de la fuerza de trabajo se debe al retiro de personas mayores que se pensionaron, y un 33 % se trata de personas que “decidieron” abandonar el mercado para atender obligaciones familiares, casi todas mujeres.
Como resultado, la tasa de ocupación de los hombres es hoy del 64 %, muy superior al 42 % de las mujeres, y cerca de 500.000 mujeres no trabajan por atender obligaciones familiares, con una característica adicional: más del 60 % de las jefas de hogar con hijos se encuentran fuera de la fuerza de trabajo.
Las brechas de género para hallar un sitio en el mercado laboral se ensancharon y, bajo las condiciones actuales de presión en los sistemas de pensiones y la recaudación tributaria, aumentar la incorporación de las mujeres debería entenderse como una prioridad.
El autor es economista.