Parto de la siguiente premisa: se ha perdido un arte ancestral y una huella del proceso de escritura
El gran poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, en el Prólogo de su libro Ensayos I, afirma lo siguiente: “La poesía, la obra creadora –incluso ciertas cartas– no las concibo sino a través de la mano fluyendo su tinta como sangre. Por eso, hay una parte mía, de cerebro a corazón, de corazón a mano, que laboro en silencio y solitario, con mi puño y letra, y con lentitud dolorosa”. El poeta nos lleva de la mano a algunas consideraciones sobre el uso de la caligrafía en su modalidad de letra cursiva, lo cual tiene como una de sus facetas principales que: a) puede ser una forma artística, y b) puede ser una destreza personal en tanto recurso de quien escribe.
En el pasado
Sabemos que la época de oro de la escritura a mano se remonta a la tradición de los manuscritos medievales, escritos por cuidadosos y pacientes monjes copistas, y que hoy se conservan como reliquias, como formas artísticas y como patrimonio de la literatura. La estética de la escritura a mano es una de las artes más antiguas y veneradas. Hoy día, difícilmente recuperable.
La relación mano/pensamiento/escritura sufre un gran salto con la paulatina desaparición de lo que se llamó “hombre pluma” (expresión que se le atribuye a Flaubert), para dar paso también a un cambio trascendental, cual es el uso de las dos manos y diez dedos propio de la máquina de escribir.
Cuando aparece la máquina de escribir –aproximadamente a finales de 1800– se trató de rescatar que las cartas, como norma y también el sobre, el encabezado, la despedida y la firma, se escribieran en letra cursiva. Ello implicó que surgieran pistas, para muchos, de la personalidad y características del destinatario.
Años después, con la aparición de la computadora, facilitadora innegable del trabajo de escribir, pareciera que la escritura a mano sigue perdiendo vigencia: el uso de las tabletas, de los teléfonos inteligentes y de todas las opciones semejantes son las formas predominantes de comunicación que permiten escribir con un solo dedo.
Sin embargo, surgen llamados de atención. Una noticia del New Yorker, titulada “Defensa de la cursiva” (In defense of cursive) expresa los siguientes argumentos que traduzco, en relación con la eliminación de la cursiva en algunos colegios: “El conocimiento de la cursiva podría no ser ‘relevante’ para el mundo moderno, pero es esencial para mirar el pasado y una habilidad para examinar la literatura, la correspondencia y la historia en sus documentos originales”.
Un artículo de la revista Time, titulado “Duelo por la muerte de la escritura a mano”, señala que, en los chicos actuales, predomina el objetivo de expresar el pensamiento lo más rápido posible. Afirma “que se ha cambiado la belleza por la velocidad, y la artesanía por la eficiencia. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín”.
Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, opina que la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere, pues la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva.
El educador y ensayista Guillermo Jaim Etcheverry plantea que en Inglaterra y en Francia se está volviendo sobre el uso de la caligrafía en tanto su uso en letra cursiva. Según el estudioso, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos de aprendizaje. El hecho de que las letras estén unidas una a la otra permite que el pensamiento fluya, con armonía, de la mente a la hoja de papel: al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
Otra pregunta: ¿la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva es solamente un asunto de nostalgia o constituye una emergencia cultural? Las dos cosas. Lo lamentable es que, más allá de la añoranza, se está produciendo la progresiva pérdida de un arte ancestral.
Por otra parte, sorprende, y está todavía en estudio, lo que un grupo de profesores, psicólogos y expertos en enseñanza plantea. Según ellos, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva implica trastornos de aprendizaje que inciden en el desempeño escolar. Se argumenta, también, que en la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos, permite, como dijimos, que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel.
Lo anterior no asegura que los niños hayan perdido creatividad. Sin embargo, los estudiosos están profundizando con más estudios para detectar las implicaciones que, según experiencias, esta pérdida tiene en el aprendizaje psicomotor de los niños.
¿Es posible promover un estado de convivencia entre la escritura en cursiva y el uso de la computadora? No es fácil. La realidad –y bienvenida sea– es que la computadora agiliza el trabajo, se gana tiempo e inclusive corrige la ortografía. Umberto Eco también propone que, así como en la era del avión, se siguen tripulando barcos de vela, sería auspicioso que los niños aprendieran caligrafía para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollo psicomotor.
Por alguna razón, entiendo que en muchas escuelas y colegios se está volviendo a recuperar, como asignatura, la caligrafía con énfasis en la escritura en cursiva. Enhorabuena.
amalia.chaverri@gmail.com
Amalia Chaverri es filóloga.
