El 2018 ha sido fecundo en actividades alusivas a la reivindicación de la mujer. Me uno a partir de un muy breve recordatorio —nunca exhaustivo— por la vida de algunas de las escritoras más notables que desde la literatura —entendida esta como un espacio de libertad— dejaron su impronta en los derechos en cuestión: la comprensión de la subjetividad femenina, su posición en la historia y su lucha contra la dificultad del reconocimiento literario.
La cultura griega se engalana con la figura de Safo ( s. VII a. C.), escritora cuyos poemas se recitaban y conocían en la Atenas del siglo V a. C., siendo para algunos la poeta más traducida de la antigüedad clásica. Vivió en Lesbos, en un clima distendido proclive a la contemplación y recreación de la belleza y el arte. Fundó la Casa de las Servidoras de las Musas donde sus discípulas, de la aristocracia de Lesbos, aprendían a recitar y cantar poesía. Sus poemas contemplan la subjetividad femenina, los sentimientos íntimos entre mujeres, el amor, la intimidad, el deseo.
Dos novelistas japonesas Sei Shonagon (966-1025) y Murasaki Shikibu (987-1014), contemporáneas, vivieron en las Cortes desde donde recopilaron y recrearon, durante esos años, la situación de las mujeres en esos espacios. Por su libertad en la escritura y más allá de su rivalidad, sus textos fueron contestatarios y desenmascararon aspectos del contexto cultural de la realeza.
Alemania se enorgullece, con sobrada razón, de Hildegard von Bingen (1098–1179) mujer extraordinaria y “primera en muchos aspectos”. Erudita consultada por obispos, reyes y papas. Fue la primera compositora musical que se conoce; también escritora, filósofa, química, física, doctora, estudiosa del cosmos y, además, abadesa.
Vanguardista en su descripción del placer desde el punto de vista de la mujer, considerándose la primera que describió el orgasmo femenino. Por su beligerancia, pasión y dedicación al conocimiento y textos sobre todas esas facetas de la realidad se le conoció como la Sibila del Rin.
España se honra con santa Teresa de Ávila (1515–1582) mujer preparada y luchadora, conocida por su misticismo. Mas allá de la extraordinaria cantidad de textos que escribió sobre esa materia, no deja de asumir en sus poemas su posición de avanzada en relación con la temática que nos ocupa.
Hispanoamérica se enaltece con la poeta sor Juana Inés de la Cruz (1651–1695), la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII, amén de su lugar en la literatura universal. Otra pionera en la reivindicación de la mujer, lucha contra las barreras que les son impuestas durante la época colonial. Dada su poca vocación para el matrimonio, a los 18 años ingresa a un convento donde se dedicó a colmar sus aficiones intelectuales. Poseedora de una gran biblioteca, se convirtió en punto de encuentro de eruditos, intelectuales, poetas. Sus poemas al amor profano son de una delicadeza extraordinaria.
Europa. Volviendo los ojos a Europa, la francesa Germaine de Staël (1766 – 1817) destacó en asuntos políticos y literarios. Perseguida por Napoleón, huyó a Suiza donde fundó el Salón Internacional con participación de intelectuales, artistas y políticos de la época. De vuelta a Francia, publica Delphine (1802), donde examina los límites de la libertad femenina en las sociedades aristocráticas, libro controversial que hace que Napoleón la exile de nuevo.
En Inglaterra, interesa destacar a Jane Austen (1775-1817). Sus dos novelas Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio, son obras literarias que se caracterizan por describir — con precisión e ironía— las costumbres de la sociedad rural y victoriana. Sus personajes se caracterizan por luchar contra las barreras sociales que inhiben la reivindicación de la mujer.
Y en Francia es el momento a George Sand (1804–876). Escribió la primera autobiografía femenina moderna, fue la mejor epistológrafa de su tiempo y se adelantó, como novelista protofeminista e independiente, a figuras como Colette, Beauvoir o Yourcenar. Harto conocida por sus costumbres, especialmente por su “disfraz” masculino que le permitió circular libremente en París, obtuvo con ello acceso a lugares que estaban negados para una mujer. Vale recordar su amistad con personalidades de la época, especialmente su relación con Federico Chopin.
Elizabeth Barrett Browning (1806-1861), para muchos la gran poeta inglesa. Fue descrita en la iglesia de Kelloe con una placa que dice: “Gran poeta, noble mujer, devota esposa”. Luchadora contra la esclavitud, publicó dos poemas evidenciando la barbarie de los esclavistas y dando su soporte a la cruzada de la abolición.
Otro de sus rasgos fue su enfrentamiento a la cultura victoriana. Por ello y por el estilo de sus textos pasa a la historia.
Inglaterra también fue testigo de un fenómeno significativo: Las Brontë, tres hermanas, novelistas y poetas, quienes, en un inicio tuvieron que publicar bajo nombres masculinos. De Charlotte (1816-1855) es conocida la novela Jane Eyre. De Emily (1818-1848) Cumbres borrascosas, considerada un clásico de la literatura inglesa. De Anne (1820-1848), La inquilina de Wildfell Hall y Agness Gray. De todas ellas con gran sutileza destaca su posición en relación con la situación de la mujer.
Atrevidas. La estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) escribe novelas, ensayos y textos periodísticos. Sus novelas fueron consideradas “literatura disipada” al no encajar con los patrones de la época. Por su “atrevimiento” se le puede considerar como otra de las notables que fueron testigo y parte de nuestra propuesta.
Es la francesa Colette (1873-1954) una de las mujeres más rebeldes de su tiempo. Fue novelista, periodista, ensayista, guionista, libretista y artista de cabaret. Es conocida por la serie de novelas Claudine y, más adelante, por la serie Gigi. Fue repudiada por su temperamento rebelde, atrevido, contestatario y de vida escandalosa.
Decía la crítica, eminentemente machista, que sus novelas destilan “voluptuosidad y sensualidad libremente expresadas, reivindicación de los derechos de la carne sobre el espíritu y los de la mujer sobre el hombre”. Pero para justicias el tiempo: llegó a ser miembro de muchas instituciones culturales, tales como el Centro de Estudios Colette, ligado al Ministerio de Cultura de Francia. En 1945 fue elevada por unanimidad a la Academia Goncourt; en 1953 es honrada como gran oficial de la Legión de Honor y recibe la medalla del Instituto Nacional de Artes y Letras de parte de Douglas Dillon, embajador de Estados Unidos. Fue galardonada post mortem miembro del Salón de las Letras. El Estado francés le rinde homenaje con funerales nacionales.
Otra estadounidense, Pearl Buck (1892-1973), cuya vida e intereses transcurrieron entre su país natal y China, escribió más de 85 libros. En 1938 se convierte en la primera mujer estadounidense en ganar el Nobel de Literatura. Se recuerda su novela La buena tierra, el libro más vendido en 1931 y 1932. Fue activista, a través de su literatura, de los derechos de la mujer, de los civiles y de los humanos; defensora de las culturas asiáticas, de las inmigraciones, de la adopción y de la discriminación racial. Fundó, en 1949, Welcome House, la primera agencia de adopción que aceptaba niños asiáticos y mestizos. Combinó las carreras de esposa, madre, autora, editora y activista política.
Volviendo la mirada a Francia, es a Simone de Beauvoir (1908-1986) a quien las mujeres tenemos una gran deuda. Su vida intelectual estuvo dedicada plantear aportes fundamentales sobre la mujer, mucho de lo cual forma parte de su texto, conocido universalmente, El segundo sexo, referente obligado sobre el tema que nos ocupa. Su carrera intelectual, política, literaria y más, la hacen merecedora de los reconocimientos más sobresalientes de la cultura del siglo XX.
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Anais Nin (1903-1977), de madre cubana y padre estadounidense, novelista avant garde, conocida por los Diarios de Anais Nin, los que comenzó a escribir a los once años. Sus poemas están cargados de erotismo y sensualidad, muy “impropio” de escritoras de ese tiempo. Se codeó con personalidades de la talla de Henry Miller, Otto Rank, Salvador Dalí, Edmund Wilson y Lawrence Durrell.
¡Cuántas más han quedado sin nombrar! La lista sería inmensa. Quedan fuera, por el momento, entre otras, Virginia Wolf (1882-1941), Gabriela Mistral (1889-1957), Dorothy Parker (1893-1967), Marguerite Duras (1914-1996), Doris Lessing (1919-2013), Nadine Gordimer (1923-2014), Toni Morrison (1931) y muchas más del siglo XX.
Sirva este breve pero significativo recorrido para recordar a quienes nos abrieron las puertas hacia el encuentro con nuestro lugar en la historia.
La autora es filóloga.