No quisiera que acabara este año sin traer a la memoria de los lectores el nombre de la escritora costarricense Victoria Urbano, nacida en 1926 y muerta hace 35 años en Houston, Texas, a los 58 años, en plenitud intelectual y artística, cuando su trabajo literario, y no solo académico, comenzaba a ser valorado. Perteneció a esa generación de escritoras nacidas en los años veinte del siglo pasado, como Carmen Naranjo (1928) y Julieta Pinto (1921) y, casi, Rima de Vallbona, quien nació en 1931, posterior al brillante trío del exilio de la segunda mitad de la década de los diez: Yolanda Oreamuno y Ninfa Santos, de 1916, y Eunice Odio, de 1919. No obstante, dado que la mayor parte de su vida adulta la pasó fuera del país — sobre todo en España y Estados Unidos—, se la suele asociar con estas últimas, las exiliadas, aunque Victoria fue menor que ellas.
Inicios. Tras formarse en la escuela República de Argentina y en el Colegio de Señoritas, se fue a estudiar a Estados Unidos, donde escribió su primer libro, un conjunto de cuentos y algunos poemas que publicó en México en 1951 con el título de Marfil, a los 25 años, en la prestigiosa Editorial Botas. Hace poco tuve la oportunidad de conseguir un ejemplar, que me apresuré a leer, y es interesante ver cómo ahí se encuentran, en nuez, buena parte de los asuntos que va a desarrollar en sus libros posteriores: las mujeres, la soledad, el cosmopolitismo, la errancia, Costa Rica en la lejanía, el amor frustrado.
Uno de sus poemas, “Deseo”, retrata y sintetiza su posterior destino: “Pienso y vivo en el deseo/ De no compartir con nadie mi existencia,/ Vivir la vida que en mis sueños veo/ Y embriagarme yo sola de su esencia./ Sola y libre ser,/ Sin nadie que a mi lado/ Mi pensamiento transportado/ De alegría, pueda ver./ Amar la vida que es mi vida./ Ser la reina de su reino silencioso./ Y en este ambiente libre y amoroso,/ Cerrar los ojos y quedar dormida” .
Como lo demostrará después, Victoria no fue una solitaria pusilánime, sino una orgullosa, que sabía que buena parte de su libertad y de su fuerza interior provenían justamente de su valiente soledad, como el personaje femenino de su cuento “Junto a los limoneros”, calificado como “una mujer sin importancia, desgarbada, que parece un chico”, según los comentarios que oye, sin que, al principio, se dé cuenta de que hablan de ella: “Esta circunstancia tan poco halagadora, lejos de incomodar mi vanidad femenina —si es que tenía alguna— me provocó una hilaridad incontenible”. Otro cuento de ese primer libro, “La sombra de la otra”, anuncia el tema de su primera y única novela, “La niña de los caracoles” (Madrid, 1961), ubicada en Limón, y que introduce el elemento racial.
Entre continentes. De Estados Unidos, Urbano pasó a España, donde concluyó su doctorado con una tesis titulada Juan Vázquez de Coronado y su ética en la conquista de Costa Rica, publicada como libro en 1968; además de Una escritora costarricense: Yolanda Oreamuno, ensayo crítico, con el que fue de las primeras en abordar la obra de su compatriota, incluso antes que Rima de Vallbona. Se interesa por el teatro español; no en balde había logrado que se montaran en Madrid sus obras Agar la esclava (1953) y La hija de Charles Green (1954). De hecho, el teatro se volvió uno de sus puntos de interés y retornará a este con El fornicador, llevado a escena por la directora María Bonilla en San José en 1988. Tenemos, por tanto, a Urbano como dramaturga pionera en Costa Rica, aparte de poeta, cuentista, novelista y ensayista. También escribió crónicas de viaje de sus andanzas por Europa, América Latina, Estados Unidos y Marruecos.
Posteriormente, se estableció en los Estados Unidos, y formó parte de Lamar University en Beaumont, Texas, donde permaneció hasta su temprana muerte, tras una brillante carrera académica en la que se dedicó a la divulgación en Estados Unidos de la literatura femenina hispanoamericana, de autoras como Yolanda Oreamuno, Carmen Naranjo, Clarice Lispector (cuando no era famosa) y un ensayo en inglés sobre Sor Juana Inés de la Cruz, entre otras. En 1974, Urbano fundó la Asociación de Literatura Femenina Hispánica y su revista Letras Femeninas, con la idea de contribuir a divulgar la literatura de mujeres.
Legado. Luego de su muerte, todos sus documentos y papeles quedaron en la Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas en Austin, donde pueden ser consultados bajo el rubro “Victoria Urbano Papers 1940-1986”, en la dirección https://legacy.lib.utexas.edu/taro/utlac/00219/lac-00219.html#series5.
Doy esta información por si algún investigador o estudiante de tesis quiere trabajar sobre este legado literario de nuestra escritora. Incluye diversos rubros: material personal y biográfico, materiales de su carrera profesional, su amplia correspondencia con diversos personajes como José Basileo Acuña, Alfonso Chase, Joaquín García Monge, Luisa González, Victoria Garrón de Doryan, Claudia Lars, Hugo Lindo, Mario Picado, Lilia Ramos y Rima de Vallbona, entre otros muchos. Están también sus conferencias, sus trabajos escritos, sus crónicas de viaje y material audiovisual, por ejemplo, sobre Eunice Odio, a la que visitó en México, aunque parece que no se cayeron muy bien, pues Urbano criticó a Odio su “pose” anticostarricense.
En vida, Urbano recibió diferentes galardones literarios, como el Premio de Cultura Hispánica en Historia por su libro sobre Vázquez de Coronado; el premio internacional de poesía Fray Luis de León por su poemario Los nueve círculos, y el premio de literatura León Felipe en México por un conjunto de cuentos titulado Y era otra vez hoy, publicado por la Editorial Costa Rica en 1978 y reeditado el año pasado por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED), con el título de El fornicador y otros cuentos, un libro excelente que muestra a la autora en su plenitud, con diversos registros que van desde lo fantástico hasta la crítica social. Hoy existen en estados Unidos los premios Victoria Urbano, otorgados por la Asociación de Estudios de Género y Sexualidad, con los que se reconocen las contribuciones académicas en estos asuntos en el mundo hispánico y lusófono.
Dada la dispersión de su obra, valdría la pena reunirla en un solo tomo, cuando menos la literaria, y juntar así su novela, sus cuentos y sus poemas. De esta manera, el público de hoy se daría cuenta del valor de esta gran escritora nacional, poco conocida y apreciada en su tierra y que, aunque se fue del país, no dejó de pensar y de escribir sobre él y sus autoras.
El autor es escritor.