BUENOS AIRES– La pandemia de la covid-19 ha lanzado al mundo a una crisis sanitaria y económica de una magnitud que pocos podrían haber previsto, pero que todos debemos enfrentar… juntos.
A menos que todos los países profundicen cuanto les sea posible la coordinación y cooperación globales, la estabilidad social del planeta entero podría estar en juego.
En el frente económico, muchos expertos y autoridades parecen haberse convencido de que el impulso de la demanda efectiva bastará para mitigar la desaceleración. En realidad, el problema es mucho más complejo y no se solucionará con medidas de estímulo estándar.
Puesto que la reducción de las interacciones sociales es crucial para mitigar la propagación del coronavirus, la mayoría de la gente no puede ir a trabajar (a menos que laboren en sectores esenciales). Y, como la gente no trabaja, tendrá menos ingresos que gastar (o ninguno). En estas circunstancias, el temor a que la actividad económica siga desplomándose está justificado y es inevitable a corto plazo.
Pero el hecho de que nuestra situación no tiene precedentes no significa que carezcamos de principios que puedan guiar nuestras acciones futuras. Para detener la pandemia y rescatar las economías del planeta, debemos seguir cinco principios en particular.
El primero es proteger la salud y la vida humanas. Esto es y debe seguir siendo la prioridad. La salud es un bien público global. Para protegerla, debe reducirse la circulación de personas y bienes dentro de nuestras sociedades.
Como ya lo estamos viendo, este imperativo que permea toda la sociedad inevitablemente reducirá la actividad económica. Y es mejor que lo ejecutemos lo antes posible para recuperarnos después en las mejores condiciones.
Nada puede ocurrir hasta que la covid-19 haya sido derrotada. Mientras tanto, debemos también pensar con osadía en cómo garantizar el suministro de bienes y servicios esenciales, además de ayudar a los prestadores de atención de salud que intentan hacer lo que pueden con carencias extremas de equipos de salvamento o de protección personal para los sanitarios.
En demasiados lugares, existe una carencia extrema de respiradores, máquinas de ventilación, oxígeno y hasta simples mascarillas. Tenemos que actuar con decisión para aliviar el desabastecimiento de estos insumos y así no padecer una mayor pérdida de vidas y debilitamiento de la estabilidad social.
El segundo principio es proteger a quienes son, o pueden volverse, vulnerables a la enfermedad, el parón económico, o ambos. En vista de la falta de intervenciones oficiales, los cambios en la composición de la demanda están obligando a muchos hogares y personas a recurrir a medidas desesperadas.
Datos mensuales recientemente publicados para los Estados Unidos indican que la cantidad de estadounidenses que solicitan seguro de desempleo se ha elevado drásticamente en las últimas dos semanas. En aquellos países que poseen una gran proporción de la población empleada en el sector informal y, en consecuencia, no cubierta por ningún seguro de desempleo —como ocurre en Argentina— esta necesidad de protección es incluso mayor.
Para satisfacer las necesidades de los más vulnerables, es preciso crear una estrategia de tres canales. Primero, los gobiernos deben hacer transferencias de efectivo lo suficientemente altas como para garantizar un ingreso digno para todos los hogares en dificultades.
Segundo, deben ampliar el seguro de desempleo tradicional para que los trabajadores despedidos no sufran grandes penurias antes del fin de la pandemia.
Y, tercero, deben proteger el empleo actual con subsidios a los trabajos de sectores muy afectados por la crisis, pero que seguirán siendo valiosos para la economía después de ella. Argentina está adoptando estas medidas.
El tercer principio es preservar el capital organizacional (conocimientos) que existe hoy en las empresas, lo cual no es lo mismo que proteger las utilidades de los accionistas.
La crisis exige políticas que apunten específicamente a la preservación de las capacidades y conocimientos productivos positivos de las empresas, tanto pequeñas como grandes. Seguir este principio será crucial para evitar una mayor profundización de la inequidad, asegurar la preservación de sistemas de rendición de cuentas que son centrales para una economía de mercado y preparar una recuperación más amplia tras la crisis.
Cuarto, los estudios que se lleven a cabo para enfrentar la crisis deberían ser considerados un bien público global. El desarrollo científico en pos de una vacuna y otros tratamientos será de importancia crítica para controlar la pandemia y restablecer la actividad económica.
Las terapias deben estar disponibles mundialmente y a precios asequibles. Acumular conocimientos valiosos mientras incontables vidas están el riesgo es un crimen moral imperdonable e inimaginable. Es también contraproducente, ya que todos estamos conectados a través de la economía global.
El principio final es pensar con valentía. Para dar liquidez a escala global, debemos usar todas las medidas económicas a nuestra disposición y experimentar con otras que se les podrían añadir. Por ejemplo, extender las permutas bilaterales de divisas (cambio de moneda dura entre países) entre los bancos centrales de las economías avanzadas y en desarrollo, y debería seguirse la propuesta del Fondo Monetario Internacional de ampliar los derechos especiales de giro para enfrentar el desafío de la crisis, planteada por la directora ejecutiva del FMI, Kristalina Georgieva, en la Cumbre de Líderes del G20.
Para una emergencia global son necesarias medidas decididas y globales. Argentina está lista a hacer su parte para ayudar a que el mundo navegue por estos tiempos difíciles. Todos los países e instituciones internacionales deben adoptar una actitud conjunta y actuar con resolución.
Esta columna es una adaptación de los comentarios realizados en la reunión especial del G20 de ministros de Finanzas el 23 de marzo.
Martín Guzmán: es ministro de Economía de Argentina.
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