En un artículo reciente (“Tiempos nublados para América Latina, La Nación, 11/1/ 2020), alerté por qué Latinoamérica debía prepararse para vivir un 2020 igual o incluso más convulso que el 2019.
Mi pronóstico —bastante pesimista en ese momento— quedó superado rápidamente por la llegada de la covid-19, la cual añade más complejidad, incertidumbre y volatilidad a un cuadro regional de por sí bastante turbulento e inestable.
La covid-19, iniciada en Asia y que tiene actualmente en vilo a Europa, está ingresando con fuerza a nuestra región. Los países latinoamericanos ya reportan personas contagiadas y las cifras crecen rápidamente. Pero lo peor aún no ha llegado. En las próximas semanas y meses, el coronavirus golpeará con fuerza en múltiples ámbitos.
Económicamente, la región tendrá otro año decepcionante. Según la Cepal, el crecimiento promedio regional caerá un 1,8 %. El consumo sufrirá una fuerte contracción. El cierre de fronteras, necesario para la lucha en el campo sanitario, además de las consecuencias negativas en lo económico, genera roces entre algunos países y podría despertar sentimientos nacionalistas xenófobos, debilitando la frágil integración regional y la globalización.
Recesión en cierne. A escala global, vamos camino a una recesión, a consecuencia de la combinación letal del coronavirus y de las drásticas medidas adoptadas para limitar la propagación. La recesión podría, a su vez, causar la quiebra masiva de empresas, un aumento considerable del desempleo —según la OIT se perderá un aproximado de 25 millones de puestos— y una fuerte crisis financiera. Esta es la tormenta perfecta que debemos evitar.
La recesión económica repercutirá en lo social. La pobreza aumentará de 185 millones a 220 millones y el desempleo subirá 10 puntos, mientras, la reducción de la desigualdad seguirá estancada o, incluso, retrocederá en algunos países, de acuerdo con la Cepal.
Este coctel explosivo alimentaría nuevas protestas sociales e incluso una reacción negativa en contra de los migrantes. De momento, las restricciones impuestas por los gobiernos para afrontar la pandemia parecieran haber puesto las manifestaciones en cuarentena. Sin embargo, mientras no se solucione el origen de estas, es probable un retorno o una intensificación una vez superada la crisis.
Si bien el virus es el mismo, los Estados latinoamericanos no lo son, y tampoco es igual la manera como los gobiernos de la región reaccionan para contener la pandemia.
Algunos actuaron acertada y oportunamente. Otros, en cambio, de manera errática y con preocupante retraso. Un último grupo reúne a tres presidentes que minimizaron el peligro del coronavirus y desafiaron, abierta e irresponsablemente, las recomendaciones de la OMS.
En México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dijo: “Hay que abrazarse, que no pasa nada con el coronavirus”. En Brasil, Jair Bolsonaro recomendó “no entrar en una neurosis como si fuese el fin del mundo”, y añadió que la crisis podría tratarse de un movimiento fabricado contra la derecha global. En Nicaragua, Ortega organizó una marcha bajo el lema “Amor en tiempos del covid-19”.
Posible efecto bumerán. Un mal manejo de la pandemia tendrá consecuencias políticas muy serias para los mandatarios, así como para la democracia.
En Brasil, ya hay sectores pidiendo la renuncia de Bolsonaro. Pero, al mismo tiempo, en aquellos casos en que la respuesta ha sido correcta y oportuna, está ayudando a los presidentes a reconectarse con la ciudadanía (Vizcarra, en Perú), o bien, a atenuar la polarización y facilitar acuerdos entre el gobierno y la oposición que hasta hace poco parecían imposibles de alcanzar (Argentina).
Los efectos en el sistema democrático tampoco serán uniformes. Mientras en algunos países el mal manejo de la crisis podría facilitar la llegada de nuevos líderes populistas autoritarios, en otros, en cambio, es posible un debilitamiento de los líderes populistas en el poder, al quedar en evidencia su incapacidad e irresponsabilidad.
El calendario electoral latinoamericano de los próximos meses también se alteró. Paraguay pospuso las elecciones internas de los partidos políticos y las municipales; Chile, el plebiscito del 26 de abril; y Uruguay piensa hacer lo mismo con sus elecciones municipales del 10 de mayo.
En cambio, no está claro aún qué sucederá con las votaciones presidenciales y parlamentarias de Bolivia y la República Dominicana, del 3 y 17 de mayo, respectivamente, las cuales, de momento, se mantienen.
En el grupo vulnerable. No hay tiempo que perder. Estamos ante la más grande disrupción de nuestra historia reciente. Con Estados débiles, sistemas de salud frágiles y elevados niveles de pobreza, desigualdad e informalidad, América Latina es especialmente vulnerable a la covid-19.
La neumonía por coronavirus somete a los gobiernos latinoamericanos y a los servicios de salud a una durísima prueba. Las graves situaciones que atraviesan Italia y España reflejan con crudeza el peligro de subestimar o no actuar a tiempo.
Momentos excepcionales exigen respuestas excepcionales. Frente a esta muy grave pandemia, los gobiernos deben adoptar, con urgencia, medidas vigorosas de supresión y no de mitigación del virus para impedir un crecimiento exponencial del número de contagiados y evitar el colapso de los servicios de salud.
Obliga a los gobiernos, asimismo, a inyectar masivas sumas de dinero y a poner en marcha programas de apoyo para las personas, los hogares y las empresas, con el objetivo de evitar una cadena incontrolable de bancarrotas y despidos.
Las medidas que varios gobiernos, de dentro y fuera de la región, han comenzado a poner en marcha deben acompañarse de apoyo financiero, generoso y flexible, de parte de los organismos internacionales, y de una mayor coordinación entre los países.
Pero seamos claros, la covid-19 no solo constituye un desafío para los gobiernos, sino también para la sociedad en conjunto y para cada uno de nosotros como individuos. Los gobiernos no pueden ganar esta batalla solos. Nuestro comportamiento individual, responsable y solidario es un factor indispensable para ayudar a derrotar la pandemia. Como bien dice Albert Camus en La peste: “Algo que se aprende en medio de las plagas" es "que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Yo pienso lo mismo. ¿Y usted?
El autor es director regional de IDEA Internacional.