La pandemia golpea a Costa Rica, que ya estaba en una situación socioeconómica muy comprometida, especialmente por su alta tasa de desempleo, capacidad productiva ociosa y peligrosa situación fiscal, así como en un profundo desencuentro entre la sociedad y el sistema político, y, como si fuera poco, dentro de cada uno de ellos.
Descalificar, opinar con abierto desprecio por la verdad, actuar como vivillos que aprovechan toda circunstancia son recursos de uso común entre algunos, lo que fortalece la desconfianza.
LEA MÁS: Costa Rica quiere dialogar
La pandemia agravó en mucho todos estos problemas, en grado extremo. Para enfrentar tanto la enfermedad como sus secuelas socioeconómicas, es indispensable la confianza, la colaboración, el entendimiento alrededor de algunas soluciones.
Tiempos ordinarios, más aún, tiempos extraordinarios, precisan la habilidad del gobierno y de los distintos sectores sociales para administrar sus asuntos, combinar adecuadamente, en un período, sus aspiraciones y recursos.
Es indispensable la gobernabilidad democrática, reducir toda posibilidad de ingobernabilidad, esto es, aquello que perjudique o reduzca la capacidad de nuestra sociedad y gobierno de administrar sus asuntos.
Al país no le sirve de ninguna manera que fracasen sus esfuerzos por mitigar los impactos de la pandemia y sus consecuencias, sean políticas públicas o esfuerzos privados, o sociales. Pero tampoco que esos esfuerzos sean mal identificados o dirigidos, o peor planeados, ejecutados y evaluados. O que generen más problemas, como inequidad, insostenibilidad, ingobernabilidad, entre otras.
Los mecanismos democráticos usuales no alcanzan, las elecciones no forjaron un programa ni configuraron una fuerza con legitimidad y capacidad para administrar los asuntos por sí sola.
LEA MÁS: Una olla de grillos no puede gobernar
Para sacar adelante algunos asuntos sustanciales, el Ejecutivo ha tenido que recurrir a la negociación y al diálogo entre fuerzas políticas. Muchos asuntos no prosperan, otros generan reacciones en la sociedad y profundizan la desconfianza
Esto está claro, el asunto ahora es con qué medios construir confianza y elaborar soluciones balanceadas en tiempos apremiantes y tan exigentes.
No puede negarse la importancia de oír propuestas en un foro o en muchos foros. Eso puede dar para ilustrar o encontrar propuestas de interés. Da para hacer un libro, como el ideario costarricense, o registrar el pensamiento disperso de quienes no se opongan a participar, con mayor o menor furia, y puedan formular algo.
Pero ¿contribuirá a la generación de confianza y de unidad de propósito? La experiencia, de aquí y de allá, es que en una sociedad crispada un foro de discusión muy difícilmente aportará en esas líneas.
Los que no entraron a opinar se sentirán en la obligación de mostrar lo inútil e inadecuado del foro; otros, que no tuvieron voluntad o capacidad para elaborar sus puntos de vista, también querrán distanciarse de los resultados.
Algunos participantes también podrían quedar disconformes si no ven suficientemente reflejados sus puntos de vista.
Se juntaron los afines a opinar y los otros sectores tendrán un objeto común de crítica. La regla uno para incrementar legitimidad en acciones de diálogo no se habrá cumplido: muchos actores con poder de veto no se incluyeron.
Hay mecanismos y métodos que aquí y allá han dado buenos resultados en condiciones aún peores que las actuales. Requieren preparación, fundamentación, claridad de objetivos y problemas por resolver; ser inclusivos en la convocatoria y dar garantías a los participantes sobre la verificación y cumplimiento.
Quién representará a los sectores no es un asunto menor, ni algo obvio, pues la legitimidad no es derecho divino ni heredable.
miguel.gutierrez.saxe@gmail.com
El autor es economista.