El término bioeconomía era relativamente desconocido hasta hace poco. Su empleo se ha generalizado al punto que varios países cuentan con planes y estrategias nacionales, regionales o locales para el desarrollo de este nuevo modelo productivo, tal es el caso de la Unión Europea. Los países en desarrollo también promueven iniciativas, entre ellos, Sudáfrica y Costa Rica.
El sistema ha sido impulsado en años recientes por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la cual ha identificado el potencial regional, así como las barreras y retos existentes.
De acuerdo con la Cepal, la bioeconomía es definible como “la producción, utilización y conservación de recursos biológicos, incluidos los conocimientos, la ciencia, la tecnología y la innovación relacionados, para proporcionar información, productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos con el propósito de avanzar hacia una economía sostenible”.
La formulación va mas allá de las típicas estrategias de biocomercio o biotecnología tan frecuentes en América Latina, aunque sin duda las incluye.
Ámbitos de acción. El concepto es posible que parezca lejano para las necesidades actuales del país, pero sus potenciales resultados desempeñarían un papel fundamental para atender retos ambientales claves, como la sustitución de materiales contaminantes (estereofón o plástico de un solo uso), la descarbonización (nuevas fuentes de energía, tratamiento de residuos sólidos o mejoramiento genético de plantas y animales) y, en general, para mejorar el uso de los recursos naturales (pesqueros, agrícolas y forestales).
Avances de las últimas décadas en ciencias, como la biotecnología, la genómica, la proteómica, la bioinformática, la nanotecnología y otras más, han servido de plataforma para la generación de estrategias mediante el uso de recursos biológicos en áreas tan diversas como la médica, la cosmética, la del cuidado personal, la alimentaria, la agroindustrial, la energética, la del tratamiento de residuos y la generación de nuevos productos y procesos (bioplásticos, por ejemplo).
La bioeconomía produce bienes y servicios localizados en segmentos de mercado en rápida expansión, como bioplásticos, biomateriales, bioinsumos, biofármacos, sistemas de biorremediación, procesamiento biológico de residuos agrícolas y agroindustriales, y biorrefinerías, señala la Cepal.
A la vez, si bien el conocimiento científico, uso de información y de tecnologías para crear productos son intensivos, echar mano de los recursos biológicos provee nuevas oportunidades para la diversificación productiva y el desarrollo rural, incluidos los sectores agrícolas y agroindustrial, usualmente rezagados en desarrollo humano.
Oportunidad para el país. Su potencial es inmenso, pero lo son también los retos por enfrentar en un país que posee más diversidad biológica por metro cuadrado que cualquier otro en el mundo, que alberga aproximadamente un 5 % de la biodiversidad global.
Somos considerados uno de los veinte países megadiversos y contamos con mecanismos —sujetos a mejora— para conservar la riqueza natural. Costa Rica posee capacidades científicas y tecnológicas en universidades públicas y otros centros de investigación, lo cual nos brinda una posición de privilegio para aprovechar la bioeconomía.
Sin embargo, diversos estudios han puntualizado los obstáculos para entrar de lleno en la bioeconomía. Reflexionemos sobre ellos:
1. Necesidad de un marco regulatorio que otorgue garantía de seguridad de los productos resultantes de la bioeconomía; que facilite la investigación en recursos biológicos, sin obligar a trámites o procedimientos innecesarios, y que considere el respeto de la propiedad intelectual sobre las innovaciones obtenidas de las actividades de investigación y desarrollo para que actúen como incentivos para quienes se involucran en esta producción.
2. Las tecnologías y productos emergentes deben ser regulados de manera que se otorgue confianza al consumidor y seguridad jurídica al sector privado mediante el empleo de la mejor evidencia científica disponible según el contexto de cada país. Aún persisten enfoques normativos diferentes respecto a algunos de estos avances. Así, por ejemplo, mientras en la Unión Europea la edición genética se asimila a los organismos genéticamente modificados para la aplicación de controles sobre su seguridad, en los Estados Unidos la técnica esta desregulada, excepto en situaciones muy específicas.
3. Trabajar en la comunicación al público sobre los riesgos, las ventajas y las desventajas de estos nuevos productos. El empleo de términos como nanotecnología, edición de genes, biología sintética, biorrefinerías y otros similares podrían generar percepciones negativas en los consumidores y convertirse en una barrera para mercadearlos. Un marco regulatorio sólido y una sensibilización adecuada deben contribuir a informar al público en qué consiste y qué riesgos traen consigo algunas innovaciones derivadas de la bioeconomía.
Igualmente, es necesaria una acción coordinada —no siempre fácil de alcanzar— con el objetivo de conseguir financiamiento para la investigación, la firma de alianzas público-privadas y apoyo para nuevos emprendimientos, materia en la cual la articulación y ciertas políticas y normativa existentes aún persisten como obstáculos por vencer.
La bioeconomía, por un imperativo ético, no debe “dejar a nadie atrás”, es decir, no debe contribuir a incrementar la desigualdad territorial y grupal existente, sino a disminuirla y aportar al mejoramiento de la calidad de vida de la población y a la conservación ambiental.
El autor es abogado.