Hijo de la histórica generación de «la imaginación al poder», siento el arte en general y, en este caso, que el arte de hilvanar frases contribuye a producir un cambio cualitativo. De ahí, la presente invitación.
Hasta fin de mes, en el museo Calderón Guardia, habrá una exposición sobre hilanderas textuales. Por los pasillos de esa señorial casona van hilos, montaje esmerado que, como los de Ariadna, nos orientan.
Motivo central, además de la exposición, es un lindo dibujo que hila entre sí tres caras, que, en mi modesta, motivadora mirada, asocio con un hombre y una mujer, como una máscara quizá. Todo, como diciendo pase adelante hacia el laberinto de las hilanderas de palabras.
Por la ocasión especial, ya salidos todos de Creta, la Ariadna local se llama Aurelia, tejedora hija de Fabián Dobles: sus hilos cubrieron al costarricense con un sentido de identidad social (yo diría socialista) y nacional.
Ahora, ¡tres docenas de tejedoras de sueños presentan sus confecciones! Son todas cortitas, bajo la camisa de cuentos, y las ofrecen gratis, porque, ágil novedad en el medio, el visitante se lleva cuanto folleto quiera de cada una de las unidades producidas.
Solo me llevé unos ocho tejidos de esas locales Penélopes. Observo nombres muy locales, hilanderas varias con temáticas del medio, como Las donas, de Li Briceño —le recomendaría no mostrar sus puntadas, pero sí, cuidar la puntuación, porque es obvia para el emisor, resulta imprescindible para el receptor—. Matilde de Crespo, debajo de su camisa, ausculta quién es esa niña, que retorna de Nueva York al minipaís nuestro, cosa que se visualiza en la camisa estrecha, familiar, entre tías, abuelas, primas, para aterrizar mentalmente a preguntarse a sí misma a qué lugar pertenece.
Se anunció un taller de escritura mágica, por lo que no faltan escritoras que, como Ligia Salazar (¿será por el contexto de la covid-19 o por el El perfume de Suskind)?), ponen literalmente su «imaginación a hilar», pero del lado de un sentido que valoramos menos: el olfato.
Inmersión oxigenante observo también en nombres de fuera (Deschamps, Stockwell, Tredinick). Pareciera que todas captaron muy inteligentemente la lección vital dada por Cortázar: la última puntada, ojalá como en el boxeo, ¡con un tremendo nocaut (que, dentro de lo mágico, aquí consta en aspirinas o un perrito: es el efecto en el receptor el que cuenta).
Van cuentos todos de pura vida aunque, como en el caso de Beatriz (¡otra hilandera, la de Dante!), hasta con gente vivaza que, aprovechando su extraordinaria capacidad sensorial, logra prever sepelios por preparar: vida esta, donde la muerte no es exactamente una amiga imaginaria, todo dentro de lo humano, humanista. Que me perdonen este texto-tejido deshilachado, donde por fuerza dejé fuera a muchas valiosas escritoras. Total que, entre todas, Ariadna le sigue entregando a Teseo, sus lectores, un ovillo de hilo mágico.
El autor es educador.