El último año proliferaron significativamente estudios, seminarios web, libros, artículos científicos, workshops y conferencias sobre el futuro. Dicho de otro modo, el futuro se posicionó de manera relevante en las agendas académicas y científicas mundiales.
Este fenómeno, acelerado por la pandemia, puso de manifiesto las dos grandes escuelas existentes en esta temática: la determinista, que supone que el futuro es una proyección del pasado y, por tanto, conociendo el comportamiento de las fuerzas primarias (economía, tecnología y demografía) y las megatendencias y tendencias derivadas de ellas podemos efectuar proyecciones con modelos sumamente precisos y tener una idea bastante acertada del mañana.
La otra es la escuela voluntarista, según la cual existe un conjunto de futuros posibles, conformados por las decisiones de las personas en el presente, es decir, no existe un único porvenir resultante de una proyección del pasado, sino muchos y, por ende, es factible construir el futuro deseado.
Ambas escuelas, pese a la gran diferencia en la forma de concebir el futuro, comparten la creencia en que existen fenómenos y acontecimientos de poca predictibilidad y gran impacto en el porvenir que está tomando forma. Se les conoce como «cisnes negros», «cartas salvajes» o, en general, acontecimientos disruptivos con potencial para cambiar trayectorias y ocasionar rupturas.
Resultados del cambio. Como consecuencia de la disrupción, surgen nuevas empresas, modelos de negocios novedosos, otras sociedades y prácticas sociales, culturales, productivas y tecnológicas.
Los impulsores de cambio topan con países, empresas y organizaciones en los cuales su efecto acrecienta las necesidades y los problemas, pero en otros corren mejor suerte y catapultan oportunidades o crean espacios para crecer.
Si aplicamos estos métodos de estudio del futuro a la Costa Rica del 2040, de acuerdo con los 64 escenarios propuestos en el estudio que tuve la oportunidad de coordinar a mediados del 2020 para la Universidad Nacional (Costa Rica hacia el 2040: escenarios de la nueva normalidad), podríamos construir el «país donde quiero vivir el resto de mi vida» (escenario apuesta) o continuar proyectando la obsolescencia y llevarnos al «país del sueño y el juego perdidos» (escenario catastrófico).
Al pensar en estos dos escenarios extremos, cuyo nombre es solo una metáfora, de acuerdo con la escuela voluntarista podría decirse que, además, entre ambos existen otro conjunto de futuros posibles (futuribles) por constituir según el grado de responsabilidad, la calidad de las decisiones y políticas que el país implemente en la pandemia y en la era pospandémica.
LEA MÁS: Página quince: En el 2050
Es un hecho, no una conjetura, que muchas cosas en el país no volverán a ser como antes, y eso me conduce a pensar en una analogía entre el barco y el viaje de Teseo y el viaje de nuestro país hacia el futuro.
En la paradoja de Teseo, que tiene algunas variantes según quien la cuente, el personaje Teseo regresa de Creta a Atenas en un barco, y durante la travesía, según se cuenta fue muy larga, la nave se fue dañando y tuvo que cambiar cada tabla, cada mecate, los mástiles y hasta reponer la bandera y el nido del cuervo donde se instalaba el vigía.
En cada isla misteriosa a donde iba en busca de alimentos, debía conseguir madera y otros materiales para mejorar al barco. Al llegar a Atenas, la embarcación, ¿es una nave nueva o una nueva nave? Esa es la paradoja de Teseo: ¿Sigue siendo el mismo barco o podría decirse que es un barco nuevo?
El barco de Teseo, cuenta la historia, fue guardado en un museo, pero no sin suscitar un debate. Muchos se decantaron por que era una nave nueva; otros muchos más afirmaban que seguía siendo el barco de Teseo. La pregunta de fondo sería: ¿Qué es lo que hace a ese barco ser «el barco de Teseo»?
Dos Costas Ricas posibles. Visto desde la paradoja, podríamos decir que si el país mantiene su rumbo actual hacia la desigualdad y hacia el deterioro de la educación y el ambiente sin hacer más que cambiar cada cuatro años las tablas más dañadas, en el 2040, seguirá siendo la misma Costa Rica.
Pero si el país decide hacer el esfuerzo sostenido por reencauzar la ruta fijada por la inercia de no hacer lo que se debe y se compromete con políticas públicas tendentes a mejorar la calidad del trabajo, el medioambiente, la educación y la salud, entre otras, en el 2040, será otra Costa Rica.
¿Qué es lo que realmente define si es el mismo ser que evolucionó y se fue adaptando o si se trata de un nuevo ser que rompió la tendencia hacia el escenario catastrófico y se irguió como otro ente?
LEA MÁS: Página quince: Solíamos soñar en grande
Pues, tomando partido a favor de la segunda opción, diría que seguirá siendo Costa Rica, porque en el futuro que se construya prevalecerán las cosas esenciales, las que marcan la diferencia.
No será un país nuevo por los trenes eléctricos o por las ciudades inteligentes que habremos construido. Tampoco por la conectividad de óptima calidad y universal, ni por una educación transformada. No será un país nuevo por el uso de energías renovables, la tecnologización de la actividad productiva y la territorialización de las políticas públicas y la inversión. Esas son tablas y partes de la nave que debemos cambiar y mejorar.
Seguiremos siendo Costa Rica, mas esta será nueva porque, pese a los cambios tan necesarios pendientes, prevalecerá lo que nos distingue: los más arraigados y nobles valores de la solidaridad, la diplomacia ante el desastre, la búsqueda de la sostenibilidad, la inclusión social, el orgullo por el triunfo de los nuestros, entre otros.
Termino con otro parafraseo de la paradoja. No construiremos para el futuro un país nuevo, sino un nuevo país, donde se materialicen las mejores aspiraciones de esta nación, construidas a partir de un proceso participativo que nos lleve a determinar, antes que lo medios, los fines.
La definición colectiva del «país donde quiero vivir el resto de mi vida» debe hacerse primero que el brainstorming sobre el qué hacer. Difícilmente acertemos en el cómo (técnica y políticamente) si antes no hemos logrado el acuerdo sobre la Costa Rica que queremos tener mañana.
El autor es docente en la UNA y la UCR.