En 1952, el escritor comunista costarricense Carlos Luis Fallas Sibaja (1909-1966) publicó una novela autobiográfica titulada Marcos Ramírez, en la cual recuperó sus experiencias infantiles y juveniles.
Al final de la obra, incorporó una sección titulada “Las congojas de Marcos Ramírez en Polonia”, compuesta por dos cartas: la primera, escrita por la traductora polaca Elena Bychowska y fechada el 25 de marzo de 1952, y, la segunda, redactada por él, de fecha 8 de abril de ese mismo año.
El motivo de ese intercambio epistolar fueron algunas dudas que Bychowska tenía tanto acerca de ciertas expresiones utilizadas por Fallas como en relación con algunos personajes y hechos históricos costarricenses.
Nada en esas cartas presagiaba lo que sucedió después. A finales de mayo de 1958, Fallas publicó en el semanario comunista Adelante una nueva epístola, esta vez dirigida a Christo Govensky, traductor búlgaro de Marcos Ramírez.
Con la excusa de responder a la petición de Govensky para suprimir algunas escenas, Fallas denunció tan sutilmente como le fue posible la censura a que había sido sometida esa novela en los países socialistas.
Arreglos. Según Fallas, luego de que en 1951 una editorial polaca compró los derechos de Marcos Ramírez “para hacer una edición dedicada a los niños”, surgió “la necesidad de arreglos al texto original y de omitir algunos pasajes”.
Inicialmente, Fallas rechazó esa censura, por lo que discutió “largamente el asunto, en Varsovia, con el representante de la editorial”, pero, al final, aceptó que Marcos Ramírez tuviera “que sufrir algunas modificaciones”.
Al racionalizar su aceptación, Fallas señaló que en los países socialistas “se preocupan mucho por la literatura infantil”, por lo que exigían que los libros de este tipo estuvieran limpios de todo cuanto pudiera enturbiar la mente en formación del niño, "crearle concepciones falsas o inspirarle pensamientos malsanos e inconvenientes”.
Probablemente en esa aceptación influyó el hecho de que a inicios de la década de de los cincuenta la producción narrativa de Fallas apenas empezaba a internacionalizarse, apoyada por la industria editorial del bloque socialista, y él mismo apenas se recuperaba de las persecuciones posteriores a la Guerra Civil de 1948.
Polémica. También es posible que Fallas aceptara la censura practicada por los polacos porque presumió que tal práctica era algo excepcional. Si así fue, pronto fue evidente que una expectativa de ese tipo carecía de fundamento.
En 1955, Marcos Ramírez se publicó sin modificaciones en alemán, pero al plantearse la posibilidad de hacer una edición para niños, dicha iniciativa “provocó una polémica en la prensa” de Alemania Oriental.
Aunque Fallas no aclaró en qué consistió ese debate (el cual sería importante recuperar para conocer mejor la historia de la literatura costarricense en el extranjero), la carta de Govensky de 1958 da indicios acerca de cuáles contenidos de Marcos Ramírez pudieron ser objetados por los alemanes.
Govensky solicitó a Fallas autorización para suprimir la escena en que una supuesta maestra tiene juegos sexuales con sus alumnos, así como para modificar algunos aspectos de los enfrentamientos callejeros entre barras de niños y jóvenes, y de las “travesuras” que tenían por escenario las aulas escolares y colegiales.
Defensa. Al responder a Govensky, Fallas empezó por destacar que “Marcos Ramírez no fue escrito como libro para niños ni con pretensiones pedagógicas". Reflejaba la vida real de la mayoría de los muchachos de su época.
Sobre la escena con la presunta maestra, Fallas explicó que era un asunto verídico y que lo introdujo en la novela “para sintetizar el problema de la torpe iniciación" de los muchachos "en los ‘misterios’ de las relaciones sexuales”.
De inmediato, criticó a “la estúpida educación burguesa tarada por los prejuicios religiosos” por no tratar adecuadamente los asuntos relacionados con la sexualidad, lo cual resultaba en “masturbaciones y en actos de bestialidad, de sodomía y lesbianismo que dejan profundas huellas y que deforman para siempre, en mayor o menor medida, la psicología del individuo”.
También, aclaró Fallas, que los enfrentamientos callejeros eran una “de las tantas entretenciones" de los muchachos de su tiempo, “en un país donde ni el gobierno ni la sociedad” se habían preocupado nunca "por facilitar a los niños y a los jóvenes entretenimientos sanos y convenientes”.
Comparación. Si bien Fallas guardó silencio sobre las travesuras cometidas en la escuela y el colegio, fue claro en afirmar que durante su infancia y adolescencia niños y jóvenes podían divertirse “más variada y sanamente" que los muchachos de entonces.
No sin exagerar, Fallas señaló que los juegos de su niñez (trompos, aros, canicas, barriletes y paleta, entre otros) prácticamente habían desaparecido, como resultado de una urbanización creciente y de la expansión de la práctica del fútbol.
Agregó, además, que las diversiones de niños y jóvenes, a finales de la década de los cincuenta, habían sido remodeladas en función del “modo de vida norteamericano” que, con sus estrellas de Hollywood y sus “rockanrolistas”, promovía la prostitución y la delincuencia infantil.
Censura. Al finalizar su carta a Govensky, Fallas, no sin ironía, manifestó: “Dichosos ustedes que pueden sanear la literatura infantil, dichosos ustedes que pueden impedir que se enturbie la mente pura del niño. ¡Eso es magnífico!”.
De seguido, añadió que lamentaba que “con la supresión de esos pasajes" los ciudadanos búlgaros se perderían la oportunidad "de conocer algunas de las muchas bellezas que encierra el maravilloso paraíso capitalista”.
La frase con que terminó su respuesta a Govensky evidencia que Fallas tenía claro que, a pesar de todas las justificaciones que se podían aducir, lo cierto era que su novela estaba siendo censurada una vez más.
Para la cultura que prevalecía en el bloque socialista, era tan intolerable la escena de juegos sexuales de la supuesta maestra como el modelo de resistencia y rebeldía infantil y juvenil construido a partir de la experiencia de vida de Marcos Ramírez y de sus compañeros de aventuras.
Reivindicación. Aunque Fallas finalmente autorizó a Govensky a suprimir las escenas que consideraba inapropiadas, simultáneamente decidió denunciar en 1958 el saneamiento moral a que fue sometida su novela. Quizá esta fue su forma de rebelarse contra esa censura y reivindicar la libertad literaria frente a las razones de Estado.
Pocos años después, Marcos Ramírez compitió en un concurso continental organizado por la Universidad de Virginia, el Departamento de Estado y la Fundación William Faulkner para escoger las mejores novelas latinoamericanas publicadas a partir de 1945, y fue premiada con un certificado al mérito en 1962.
Dicho reconocimiento, precisamente porque provenía de Estados Unidos, fue celebrado por los comunistas costarricenses como una reivindicación de Fallas y de sus novelas, todavía objeto de persecución en Costa Rica (tanto el escritor como sus obras).
Sin duda, ese premio reivindicó a Fallas frente a quienes lo perseguían en Costa Rica por ser comunista, pero también con respecto a los censores de los países socialistas, que lo obligaron a mutilar a un personaje tan incómodamente rebelde como Marcos Ramírez.
El autor es historiador.