La pandemia de la covid-19 ha azotado con fuerza al mundo y su economía. Para contener la tasa de contagio, las autoridades, en la mayoría de los países, han adoptado medidas de restricción y distanciamiento físico.
Tales acciones, inevitablemente, han perturbado las cadenas de producción y distribución, y han generado una abrupta pérdida de empleos e ingresos con un impacto dramático en la actividad económica.
Por su carácter exógeno a la economía (como una especie de deus ex machina), por su fuerza y velocidad, y por su sincronía en la esfera mundial, el impacto económico de la pandemia es inédito en la historia moderna.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que este año el crecimiento económico mundial será del -3 % —la más grave contracción desde la Gran Depresión de 1929. Prevé también un fuerte rebote en el 2021.
Puesto que los efectos económicos dependerán fundamentalmente de la evolución de las medidas sanitarias y del éxito en controlar la pandemia, existe una gran incertidumbre en torno a la profundidad y duración de la crisis.
Esa incertidumbre ha causado una volatilidad sin precedentes en mercados financieros internacionales y una huida hacia activos de refugio, lo cual ha redundado en un aumento drástico en la prima de riesgo de la deuda en mercados emergentes, incluida la de nuestro país.
Después de varios meses de sostenido repunte, la actividad económica costarricense sufrió el golpe a partir de marzo por el efecto de la emergencia sanitaria en la economía mundial y por las medidas de restricción que, proactiva y eficazmente, han adoptado las autoridades de salud.
Los sectores más fuertemente afectados son hoteles, restaurantes, trasporte público y una buena parte del comercio al detalle (excepto supermercados y farmacias).
Con el insumo de las perspectivas económicas mundiales del FMI, publicadas el 14 de abril, en el Banco Central estamos trabajando en la cuantificación del impacto y publicaremos nuestras proyecciones alrededor del 23 de abril.
Así como en la economía mundial, se prevé una marcada caída en la actividad en los próximos meses, con una contracción del crecimiento este año como un todo, seguida de un rebote en el 2021.
Medidas para mitigar el efecto. El gobierno y las autoridades económicas respondieron proactivamente con una serie de medidas, anunciadas el 14 de marzo, para asegurar los recursos necesarios para la atención de la emergencia sanitaria, mitigar su impacto en el flujo de caja de las empresas y proteger el empleo.
Las medidas se componen de una moratoria para el pago de impuestos, la flexibilización de jornadas laborales, la facilitación de acuerdos con la Caja Costarricense de Seguro Social para el pago de las cuotas obrero-patronales y con el INS para el seguro de riesgos del trabajo.
Además, el gobierno lanzó el bono proteger, un programa de transferencias para apoyar a los trabajadores asalariados e independientes afectados por la crisis.
Por otra parte, consciente de la ya frágil situación de las finanzas públicas y del impacto fiscal de la crisis debido a la menor recaudación y a los mayores gastos en salud y transferencias sociales, el Ministerio de Hacienda propuso una serie de medidas fiscales compensatorias a fin de reducir la afectación fiscal en esta difícil coyuntura.
Política monetaria y financiera. El Banco Central, también, ha tomado acciones para aliviar el flujo de caja de hogares y empresas.
El 16 de marzo redujo en 100 puntos base (un punto porcentual) su tasa de política monetaria, para ubicarla en un 1,25 % anual, el nivel más bajo desde que la tasa fue creada.
El objetivo de esta medida es seguir presionando a la baja las tasas de interés en el sistema financiero nacional, con el objetivo de mejorar las condiciones para los nuevos créditos y dar un alivio a deudores con préstamos cuya tasa es variable.
Asimismo, el Banco Central ha estado inyectando liquidez en los mercados de negociación (Mercado Integrado de Liquidez [MIL], recompras y secundario) y, el 13 de abril, la Junta Directiva autorizó proveer liquidez mediante la compra de títulos del Ministerio de Hacienda a terceros (es decir, en el mercado secundario).
Estas operaciones tienen como fin aliviar tensiones generalizadas (“sistémicas”) de liquidez que pudieran generar ajustes abruptos en los precios y rendimientos de los activos financieros, afectar el adecuado funcionamiento del sistema de pagos y amenazar la estabilidad del sistema financiero.
La provisión calibrada, pero oportuna, de liquidez al sistema financiero es, acaso, la función más importante del Banco Central en esta pandemia, pues resulta esencial para asegurar la estabilidad financiera y el flujo de crédito a los sectores más necesitados.
Además, en el contexto actual de baja inflación y presiones desinflacionarias, las inyecciones de liquidez no ponen en peligro el firme compromiso del Banco Central con una inflación baja y estable.
Finalmente, el Banco Central ha coordinado con el Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero (Conassif) y la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) para la adopción de una serie de medidas prudenciales para facilitar la readecuación de créditos (incluidas moratorias para principal e intereses) por parte de los intermediarios financieros y, en general, para mejorar las condiciones de acceso al crédito.
En su conjunto, las medidas tomadas y propuestas por las autoridades económicas y financieras están orientadas a mitigar los efectos negativos de la crisis actual sobre los hogares, las empresas, el sistema financiero y las finanzas públicas.
Así, se intenta preservar el empleo, el tejido empresarial y la estabilidad macroeconómica y fiscal durante la pandemia para que, una vez superada la crisis, Costa Rica retorne sin dilación a la senda del crecimiento económico y el progreso social.
El autor es presidente del Banco Central.