La reactivación económica no puede basarse en una dinámica doméstica o, en palabras llanas, la visión debe estar anclada a nuestra capacidad de ofrecer servicios y bienes al exterior.
A un hogar endeudado y con urgencia financiera, por ejemplo, no le sería posible levantarse ideando nuevos servicios que brindar a sus propios miembros. Necesariamente, deberá acrecentar su economía doméstica tomando en cuenta a terceros, ajenos al núcleo familiar.
Por tanto, para dinamizar la economía debemos partir de tres premisas básicas:
La primera es que la reactivación económica depende de lo nuevo que seamos capaces de ofrecer al mundo. La segunda se refiere al hecho de que la inversión que hace crecer a más corto plazo la economía es la realizada en los rubros o ejes de energía, infraestructura y tecnología; obras de autores actuales como Rifkin, Diamond o Acemoglu, entre otros, dan por sentada esta realidad, como un hecho probado por la experiencia histórica. La tercera tiene que ver con un postulado económico: los réditos que un proyecto pueda generar están proporcionalmente determinados por las dimensiones y la cantidad de recursos invertidos en él.
Con esto quiero afirmar que si anhelamos una verdadera reactivación económica, una de significativas proporciones, los proyectos deben ser de gran calado. A partir de estas tres elementales premisas, la reactivación económica debe enrumbarse sobre un mínimo de tres ejes, en función de lo cual aquí enumero algunos planes relevantes para cada uno de ellos.
Primer eje. En energía, hay dos proyectos urgentes y que representarían una fuerte dinamización de la economía; uno de ellos es la explotación del gas natural. Recientes publicaciones de la Agencia Internacional de Energía confirman que el gas natural, junto con la energía solar y la eólica, representan hoy el 85 % del crecimiento de las llamadas energías primarias.
Si bien es cierto la energía eólica y la solar lideran la transición en el campo eléctrico, el gas natural las supera en el negocio de los combustibles. Si al desarrollo del gas natural le sumamos el estímulo a algunos biocombustibles, como la palma de coyol, la cual crece incluso en terrenos áridos y laderas, estamos ante la posibilidad de liberarnos del petróleo, dinamizar nuestra economía agraria interna y ahorrar al país más de mil millones de petrodólares anuales.
El Ejecutivo debería proponer ya un referendo que haga política y socialmente viable la explotación del gas natural en nuestros mares. Sobre la existencia de grandes yacimientos, el Colegio de Geólogos ha sido abundante en aclaraciones.
Segundo eje. En infraestructura, esperan cuatro proyectos realizables. Uno de ellos es restablecer la ruta del tren al Atlántico y ampliar la del Pacífico, tanto para el transporte de pasajeros como de carga. Este gran proyecto debe incluir un corredor ferroviario transcontinental de contenedores.
Tal corredor llena la necesidad cada día más urgente de la economía mundial, como lo es la existencia de grandes puertos en la cintura del continente, que no solo permitan el simple paso entre un océano y otro de la mercadería, sino también la redistribución y transporte a alta velocidad de los contenedores que arriban en los buques.
En el norte, entre el Pacífico de Cuajiniquil y el Atlántico costarricense, existe una extensa llanura que cruza el país y posibilita la construcción de un corredor ferroviario de alta velocidad y bajo consumo de energía, pues no hay cordilleras que esquivar.
Nuestro norte, azotado actualmente por el bandolerismo, sería una región turbina de nuestro desarrollo.
Otros dos proyectos son el necesario impulso a los aeropuertos internacionales de la zona sur y el hub de Orotina, aunque, lastimosamente, el gobierno canceló este último. ¿Por qué? Bien lo advierte el economista Jeffrey Sachs en su obra El fin de la pobreza. La idea central de su libro es que la riqueza de una nación radica en su capacidad de ofrecer e intercambiar bienes con el mundo, en el tránsito de personas, así como de los medios para lograrlo, o sea, ampliar las vías de comunicación hacia fuera.
¿Alguien duda de que ambos aeropuertos ampliarían nuestra capacidad de intercambiar bienes y facilitarían el tránsito de personas hacia el exterior?
Tercer eje. La idea de grandes parques ecotemáticos la he consultado con inversionistas extranjeros conocedores del tema. Solo en los primeros 15 días de diciembre del 2018, el estado mexicano de Quintana Roo recibió un millón de turistas, prácticamente lo mismo que nosotros en seis meses.
Me refiero a Quintana Roo y sus parques ecotemáticos, ya que en biodiversidad para mostrar al turismo no tenemos absolutamente nada que envidiarle.
El gobierno anterior intentó algo similar en Guanacaste, el cual iban a llamar Discovery y prometía convertirse en una inversión como las que atraen a millones de viajeros a Quintana Roo o Florida, Estados Unidos. Pero como sucede con casi todo aquí, el proyecto quedó en el intento.
En materia de servicios, también puede pensarse en parques empresariales en zonas económicas especiales. Sería una ampliación de nuestro viejo concepto de zonas francas, de tal forma que sea posible una audaz atracción de inversiones, incluso en actividades de baja tecnología, para ofrecer empleo a mano de obra menos calificada. En este particular, me han impresionado gratamente anteproyectos hechos por un equipo de profesionales del grupo Costa Rica Project Factory. Pero en fin, el gobierno tiene con que actuar ya.
El autor es abogado constitucionalista.