El persistente apoyo popular del que goza el presidente Chaves le plantea un inusual dilema político. Anclado en poco más del 50 % de la ciudadanía al promediar su administración, este alto nivel ya se lo hubiese deseado cualquiera de los últimos ocho presidentes. Es alto, sí, pero no lo suficientemente como para apalancar el proyecto político de una persona que se autodefine como un presidente disruptivo.
Lo pongo así: es un buen capital para restregárselo en la cara a los demás y colgarse una medalla. Sin embargo, no le alcanza para refundar el sistema político, como quiere, pues no tiene una clara mayoría que lo apoye. El presidente ha intentado usar su mitad para persuadir a nuevos feligreses, pero sin éxito. ¿Implicación? Un país partido en dos mitades no alcanza para poner el acelerador, en nombre del pueblo, a fulgurantes reformas políticas y cambios a la organización estatal. Es insuficiente, punto.
La ampliación de su capital requeriría forjar alianzas con otros partidos y sectores para acorralar y pasar por encima a los opositores recalcitrantes. Necesita astucia y operadores políticos para echárselos a la bolsa. Sin embargo, el presidente y su representante legislativa, la diputada Cisneros, se han dedicado a dinamitar alianzas. Debe saber rico darles en la jupa a opositores necios, pero la gratificación inmediata conspira contra la creación de mayorías.
La retórica permite excesos floridos a los políticos que reclaman ser la voz del pueblo. Empero, tener la mitad popular en otras aceras hace que cualquier ataque a ella corra el riesgo de radicalizarla más en contra y vaciar el centro político donde requiere pescar. Si los “ticos con corona” son persistentemente la mitad del pueblo, el apelativo pierde sentido.
En otros países con instituciones débiles, los presidentes han usado mayorías coyunturales para cambiar la Constitución Política y manipular las leyes, con la connivencia del Judicial y el Congreso. Aquí esta vía está cancelada. Además, si uno analiza los datos de la última encuesta del CIEP-UCR, la base de apoyo del presidente está dividida en eso de aprobar sus ataques al Estado de derecho y su discurso de que “los otros” son los que impiden tener logros. Tampoco hay movilización popular en la calle a favor de Chaves ni aunque se paguen buses para traer gente. Es decir, simpatía no es matrimonio y un espejo no es un tsunami.
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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.