Nunca hubo mucha plata para cuidar nuestros parques nacionales. Tampoco la hubo para pagar a los propietarios de tierras que sucesivos gobiernos expropiaban para destinarlas a ese fin. Los guardaparques, y más en general el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), entidad encargada de la gestión de esos inmensos reservorios de biodiversidad, siempre se las vieron del pelo para protegerlos de incursiones de cazadores furtivos, oreros y productores agrícolas (imágenes satelitales, que no mienten, demostraron lo que muchos negaban: que plantaciones enteras se meten dentro de los linderos).
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Hoy estamos peor, pues no tenemos plata ni para mantener los parques abiertos. Un país que se llena la boca de ser líder en conservación no pone plata para mantener la operación mínima de esos parques. Y eso que durante muchos años fueron una muy buena fuente de ingresos: su visitación generaba suficientes recursos para, en muchos casos, sostener la operación e incluso invertir en alguna infraestructura. El problema es que la plata entraba a la caja única del Estado en el Ministerio de Hacienda, que se hacía el gato bravo y se quedaba con buena parte del «camay». Como debido a la pandemia los parques ya no generan recursos, ahora no les encuentran uso fiscal y simplemente los dejan caer.
Lo cierto es que pocos quieren pagar por tener una buena gestión de los parques nacionales, pero todos quieren, riquitico, vivir de ellos. El turismo, para empezar, y el inmobiliario también: bonito decir que hay un parque ahí cerquita, con monitos y todo, pues atrae turistas como la miel a las abejas.
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El tema se las trae. Solo en parques naturales el país tiene más de un millón de hectáreas. Sin plata, esta biodiversidad protegida (al menos en papel) está mortalmente amenazada. Sin embargo, una buena gestión de estos parques tampoco se arregla a punta de «cañonazos» de plata. Sin duda, tener «alguito» ayuda a resolver cuestiones elementales, como poseer personal suficiente, bien equipado, infraestructura y senderos básicos. Pero, como lo han señalado personas expertas, se requiere reformar el modelo mismo de gestión de los parques, la manera como interactúan con las comunidades aledañas y sectores económicos locales. Esto es medular: está en juego una de las fortalezas históricas del país, herramienta indispensable para enfrentar la crisis climática.
El autor es sociólogo.