Confieso que me quedé boquiabierto, al borde de una arritmia por patatús, al enterarme de que se está considerando la posibilidad de subir hasta los 70 años la edad para pensionarse en el régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM).
Mi reacción instintiva fue ponerme a sacar cuentas para ver cuánto tiempo más me faltaría para jubilarme si pasa esta reforma, y bueno, también me puse a pensar si después de tanto trajín llegará uno en condiciones de “disfrutar el retiro”.
No todos vivimos en una zona azul, como la de Nicoya, Guanacaste, donde sus pobladores centenarios llegan a la longevidad ostentando indicadores de salud que son la envidia de muchos “chiquillos” de la tercera edad menores que ellos.
Ahora bien, si en este país es una verdadera hazaña tener trabajo a los 50 años, ¿existen realmente oportunidades para que personas mayores puedan seguir laborando hasta llegar al sétimo piso? Ahí está el detalle, diría Cantinflas.
La respuesta se cae por su propio peso a la luz de lo que vemos en el día a día, donde muchos empleadores prefieren el talento joven en los procesos de reclutamiento y empiezan a ver con una etiqueta de caducidad a los más veteranos.
Entonces, si no hay trabajo, qué van a hacer estas personas. Tal vez podrían emprender algún negocio informal o ampararse en la solidaridad de algún familiar para pagar la cuota mínima a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). O, tal vez, dejar de cotizar.
En ambos casos, estas personas estarían condenadas a vivir su vejez con muchas carencias económicas porque percibirán un monto muy bajo de pensión o, sencillamente, no recibirán nada, a menos de que logren acogerse al régimen no contributivo.
Por otra parte, algunos autores dicen que los signos de deterioro en la persona comienzan a acentuarse a partir de los 70 años. Puñeta, sería un verdadero despropósito trabajar tanto tiempo para no poder disfrutar a plenitud el retiro, al menos por unos años.
Si el tiempo del pensionado ya de por sí es limitado, con una esperanza de vida de 78,6 años en los hombres y de 83,7 años en las mujeres, retardar cinco años más la jubilación significaría quitarles buena parte de sus años dorados.
Por ello, considero que esta iniciativa deberá discutirse con el sentido común en una mano y el corazón en la otra, para no cometer una imprudencia que pudiera comprometer la calidad de vida de los futuros pensionados.