Las olas que llegan a nuestras costas vienen llenas de amargura. Son mudos testimonios de la avaricia que, hasta el desperdicio, agota la riqueza de los océanos. La vida marina se ha ido extinguiendo. Que lo digan las familias pesqueras que se adentran cada vez más lejos para encontrar sustento.
Es una tragedia interminable. Comenzó con la deforestación de nuestras montañas. Pero ahí brillamos ante el mundo restaurando nuestros bosques. Y aunque el clima trastornado nos advierte que eso es insuficiente, al menos se podría decir que la cobertura forestal muestra un sentido de conservación ecológica. Pero el mar es otra historia. Ahí el exterminio de peces es capítulo aparte. La avaricia destruye recursos marinos, a despecho de leyes y reglamentos.
Conciencia no ha faltado. Tierra adentro siempre ha habido luchadores contra la explotación inmisericorde de nuestros mares. En la legislación ha habido incluso triunfos. Pero son victorias de papel que quedan en letras entristecidas. Sobran épicas de Sísifos ambientalistas empujando la piedra de la conciencia política solo para verla rodar, luego, bajo el peso de intereses creados.
Y somos increíbles. Alguna vez escuché a un diputado defender la pesca de arrastre con la tesis de que de todas maneras nos comemos camarones importados de países que practican ese crimen. Así que, si otros destruyen el suelo marino, ¿nos da acaso licencia eso para destruirlo también? Interés habría para tan falaz argumento. Ese es el problema. La avaricia política vive de votos y la ley topa contra esa pared.
Mucha desesperación debe haber para buscar auxilio en legislación extranjera. Indignadas por la conducta nociva de los que conducen la política marina, 18 ONG acudieron al Servicio Nacional de Pesca Marina estadounidense para mantener a Costa Rica en la lista de naciones que practican la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada. Hay que entenderlos. Desde el 2021, Costa Rica está en la lista. Fue advertida y no hizo nada. La reincidencia arriesgaría un embargo a las exportaciones de mariscos costarricenses.
A eso hemos llegado en el cuerpo enfermo de nuestra democracia. La institucionalidad es incapaz de hacer cumplir la ley, no tanto porque no pueda, sino porque le da igual. Merezco cajita blanca. Es mucho peor que la indiferencia.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.