Estamos lastimados y nuestras más graves heridas están en el alma. Padecemos de aguda crisis de liderazgo. Tal vez por eso las propuestas de solución a las lesiones del cuerpo social se amontonan desordenadas, sin encontrar conducción.
Azotados por la pandemia, la penuria de capitanes es más dolorosa. Eso es un hecho, lamentable, pero colectivamente subsanable.
Lo que sí nos puede precipitar al vacío es la ausencia de referentes éticos en figuras de magisterio moral. Un presidente que se toma lujosas vacaciones en medio de la miseria acusa insensatez y pobreza de sensibilidad.
Me duele, don Carlos, porque yo lo aprecio mucho. Semejante desliz no va a tono con su dolor por el desempleo. Lo necesitamos consecuente. ¡Créame!
Pero estos tiempos nos aturden. Un vigilante de salud ya había sido sorprendido pescando “resfríos”. Desde estas páginas se elogió su presta renuncia, pero esa actitud de doble discurso nos quedó ardiendo.
Era una figura querida. Tuvo una flaqueza, no de buen juicio, insisto, sino de sensibilidad ética, como mentor de rectitud, en plena debacle. Nos dejó el corazón magullado.
Esa sensación de inconsistencia interior, insensibilidad personal y ausencia de rectitud, incluso intelectual, se desborda con el vodevil de Catalina Crespo. Me hastía volver a contar sus desatinos.
Que investiga al presidente como si fuera fiscal, que calla grabaciones pérdidas, que elude advertencias jurídicas, que silencia voces inconformes, que se aúnan en su contra las direcciones de su institución, que esquina al consejo asesor, erigiéndose en líder suprema. Instada a la renuncia, más bien se entroniza.
Esa señora no sabe dónde está. Se piensa en Venezuela o Nicaragua. ¡Esta es Costa Rica! Aquí esa conducta ni se practica ni se tolera. Por lo menos así pensaba yo, ilusa que soy. ¿Seremos mensos, además de mansos?
¿Quién se habrá creído? ¿Somos capaces de tolerar una actitud tan narcisista y despótica? ¿Cómo puede ser posible que desnaturalice de tal manera la magistratura de influencia que preside? Supuesta a defender derechos humanos, los pervierte. A contrapelo de nuestras glorias de antaño, se multiplican las Catalinas. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra santa paciencia? Quousque tandem?
La autora es catedrática de la UNED.