Oculta tras cortinas de mojigatería, se esconde una tragedia humana. Pero no queremos ni verla ni que nadie nos la enseñe. En su dolor no valen auxilios estatales. Tampoco se visibiliza la solidaridad humana porque hasta ahí ni la redención llega. Su rostro es uno de los más dramáticos de la pobreza, donde, además de hambre, se carga con estigma. Hablo de las trabajadoras del sexo.
La crisis de la covid-19 afectó directamente sus ingresos y las hizo todavía más vulnerables. La prohibición de vida nocturna y el cierre de aeropuertos, bares y playas cortaron de tajo sus ingresos como jefas de hogar y único sustento de sus hijos.
¿Dónde quedaron las voces feministas para defender esos derechos de mujer? ¿Por qué ese silencio incómodo por un sector que acumula todas las formas de discriminación? Como mujer, me remordería la conciencia si no utilizara este espacio para vocalizar su angustia. ¡Que los fariseos se rasguen las vestiduras! Nada humano me es ajeno y menos mujeres en tal desamparo.
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La Teja (20/4/2020) publicó un reportaje sobre su predicamento. Pero sus periodistas solo encontraron evasivas en las instituciones oficiales. Todos dieron la callada por respuesta. Nadie dio cuenta de su situación ni si existe algún apoyo que las incluya, entre quienes vieron mermados sus ingresos. ¿No es acaso este un gobierno que llegó a la presidencia por su lucha contra la discriminación? Pues no he escuchado su voz. Solo la sociedad civil extiende manos. La Sala, ONG que atiende a esta población desde 1994, habla del drama de 900 mujeres que se quedaron sin sustento. Su coordinadora dice que estas mujeres viven “a coyol quebrado, coyol comido” y muchas quedaron en la purita calle.
Es un drama universal. “Trabajadoras del sexo caen por las grietas de los programas de asistencia creados para las víctimas del coronavirus” (Washington Post, 29/4/2020). Ahí, se hace una crónica del dolor que castiga esta forma de vida en todo el mundo. En esto quisiera que fuéramos excepcionales de verdad. Pero, como en otros campos, somos solo diferentes en nuestras pretensiones. Hagamos un alto y demos una mano. Exijamos apoyo para quienes sufren diario escarnio y son las convidadas de piedra en las políticas de alivio de la pandemia.
vgovaere@gmail.com
La autora es catedrática de la UNED.