El brexit es la mayor estupidez del siglo. Hace cinco días se cumplió el fatídico plazo de ruptura entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido. En la hora 25, se alcanzó un miserable acuerdo que cubre mercancías y deja por fuera servicios, que son el 80 % de la economía británica.
Pudo ser peor si el comercio de bienes hubiera quedado al garete. Flaco consuelo. No hay en ese divorcio ningún beneficio ni para el Reino Unido ni para la UE y menos para un mundo en el umbral de la convalecencia.
En el 2020 estallaron en su madurez todos los disparates. La pandemia vino a colmar un vaso que ya rebosaba de desatinos. Algo une, sin embargo, los desvaríos. Existe un trasfondo político común entre el caótico desastre de Trump y la ruptura absurda del brexit. Es la estafa de los políticos conservadores a los electorados tanto estadounidenses como británicos.
A uno y otro lado del Atlántico, los McConnell y los Johnson alimentaron hogueras populistas. Los embustes de los conservadores británicos condimentaron el odio hacia la UE y eso solo puede equipararse a la complicidad del Partido Republicano en los abusos y falsedades de Trump, rey de las mentiras. En ambos casos, cuerpos políticos que apelaban a una tradición respetable de prudencia despreciaron la misma esencia que los definía como partido.
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No hablemos de los resentimientos, en uno y otro caso, de territorios abandonados por el desplazamiento de las industrias en busca de eficiencia. Ese es el trasfondo sociológico, no el político. A las malas condiciones sociales siempre puede sumarse un cretino. Así habría dicho mami.
Eso le ocurrió al Reino Unido. David Cameron usó a la UE para ganar elecciones, como chivo expiatorio que excusaba sus yerros. Otros lo secundaron. Hablar mal de la UE era tan fácil como absurdo. Siempre se ponía esa cortina de humo. A la postre, la gota reventó la piedra.
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Hasta ahora el brexit ha sido algo teórico. Cuando sus efectos prácticos se vayan sintiendo, aumentarán los británicos que se arrepientan de esa ruptura. Yo nací en Francia, mientras mi madre hacía un doctorado. Mi primer paisaje fue europeo. Políticos mentirosos rompieron mi Europa como los irresponsables que son. Solo hay dolor. Ningún consuelo.
La autora es catedrática de la UNED.