Nada más doloroso que una hija asesinada. Más aún si la matan dos veces. Una, por mano criminal que le arrebata la vida. Otra, por lengua impertinente que enloda su dignidad.
Así murió Luany Salazar, dos veces. En la primera, un delincuente la apuñaló. En la segunda, un funcionario mancilló su humanidad.
¡Doloroso trance para una familia! El funcionario a quien se confió salvar su vida, la revictimizó, ya muerta. Salvarla de la muerte física era improbable, pero volver a convertirla en víctima es deleznable. Eso pudo evitarse. Pero, para excusarse, el funcionario prefirió estigmatizarla.
No es mi campo decir si el OIJ pudo actuar con mayor sentido de oportunidad. Puedo sí decir que don Walter Espinoza no habló con verdad cuando dijo que la madre de Luany no había señalado sospechoso.
La denuncia de doña Patricia, la madre, lo dice claro: “Yo tengo el nombre del sujeto” (LN 27/6/2020). Y pasaron cuatro días. La madre afirma que ni un agente llegó al sitio, que ni un testigo se interrogó ahí y que ningún indicio local se recabó. El dolor de la familia encontró el cuerpo en el jardín del hombre denunciado.
La familia había señalado al perpetrador y encontró a Luany. La madre denunció a los medios lo que a su parecer era falta de debida diligencia de las autoridades.
La Asamblea Legislativa llamó a cuentas al jerarca del OIJ, no una, sino dos veces. Ahí, llegó, don Walter, a defenderse. Primero, mancillando a la víctima; después, defendiendo métodos de investigación que no eran los cuestionados, sino su insensibilidad, cuando violó la intimidad de Luany al presentar su imagen como propiciadora del crimen que le quitó la vida.
Ese es el tema. Una acción investigativa no se defiende presentando una imagen peyorativa de la víctima. Don Walter quedó más que debiendo.
¡Que nadie calle! Esto no puede repetirse. Patricia Mora, del Inamu, fue la primera indignada. Sesenta organizaciones censuraron falta de tacto en Espinoza. La Defensoría de los Habitantes hace mutis. Diputados condenan la improcedencia inhumana del jerarca.
Él calla, como si pedir excusas denigrara. Por mi parte, uno mi voz a la indignación. Esa conducta es insensible. Uno mi dolor al de esa madre con una hija doblemente asesinada. ¡Mi más sentido pésame!
La autora es catedrática de la UNED.