Puesto que confiamos en las decisiones de las autoridades sanitarias no diremos que se debe diversificar el catálogo de proveedores de vacunas contra la covid-19; sin embargo, conviene tomar nota de la advertencia de la OMS sobre el acaparamiento, por parte de las naciones más prósperas, de las vacunas certificadas. Además, en algunos países —España por ejemplo— se dieron tratos de privilegio en la distribución interna de las vacunas y, por otra parte, los datos demográficos confirman una realidad preocupante: si se tratara de vacunar la mitad de la población del planeta en el plazo de dos años, habría que producir y aplicar 10,5 millones de dosis diarias, y en el caso de Costa Rica habría que mantener un ritmo cercano a 7.000 aplicaciones al día.
Esos números señalan que, en el combate de la pandemia, junto con el enfoque preventivo, es necesario contar con recursos terapéuticos cada vez más eficaces, accesibles con equidad y, sobre todo, distinguibles de las supercherías de inescrupulosos influencers seudocientíficos. En suma, no cabe duda de que la humanidad se encuentra en un predicado que exige, por encima de todo interés ideológico o comercial, un nivel de coordinación internacional esencialmente altruista, al cual los medios deberían contribuir sin ataduras; lo que nos lleva a recordar el episodio de 1985, un tanto pueril y demagógico, en el que Reagan y Gorbachov se prometieron auxilio en caso de que uno de sus países fuera atacado por extraterrestres.
Pero estamos lejos de aquel espíritu. El anuncio de que Cuba producirá suficientes vacunas contra la covid-19 como para proteger varias veces a toda su población fue ignorado por la mayoría de los medios, y a ese ninguneo se sumó la frialdad informativa alrededor de las vacunas desarrolladas en China, la India y Rusia, de modo que, con respecto a la Sputnik V, si no fuera por los servicios de noticias a los que Internet nos da acceso, aún no sabríamos que, tras haber sido aprobada por varios países de la Unión Europea, Asia y América, ya existe un acuerdo para producirla en Turquía.
Tal vez es conveniente que los Gobiernos y los medios se afilien al espíritu de ayuda mutua de 1985, aun cuando sea con el argumento de que la covid-19 llegó desde el espacio y ya se dispone a atacar, digamos, al reino de Tonga.
El autor es químico.