En Changing Places, novela de David Lodge, el profesor de literatura Howard Ringbaum admite, en una reunión social, no haber leído Hamlet, obra dramática –para muchos la más importante de la literatura inglesa– que él comenta cada semestre ante sus alumnos. Un chisme lleva el asunto a la dirección del departamento universitario del que Ringbaum es miembro, este es despedido y, a consecuencia del despido, acaba suicidándose. Lo curioso es que al académico que llenará la vacante, un tal Kroop, antes de su nombramiento nadie le pregunta si ha leído Hamlet. Sin hilar delgado, se puede afirmar que, con o sin intención, el autor de la novela alude al mundo de la política, en el que abundan los personajes similares a Kroop y a Ringbaum.
El tratamiento shakespeariano –hay otros– de la tragedia de Hamlet da pie para que se discuta sobre la justificación que, gracias al supuesto testimonio del fantasma de su propio padre, mueve al príncipe Hamlet a causar algunas muertes, incluida la del rey Claudio, su tío, a quien considera usurpador del trono. Existe la posibilidad de que la aparición del fantasma fuera invención de algún amigo o servidor de Hamlet, algo que adquiere sentido en cuanto sospechamos que los motivos del príncipe están, en el fondo, dictados por la ambición de poder y lo autorizan a inventarse tantos fantasmas como considere necesarios. El que Shakespeare hiciera aparecer solo uno es un acto de mesura dramatúrgica que contrasta con la profusión de sangre de la escena final, en la que hasta el mismo Hamlet muere.
Constantino Kavafis, poeta griego, ofrece una versión invertida de la monumental tragedia. En El rey Claudio, Kavafis llena poéticamente y políticamente algunos resquicios que Shakespeare descuidó en su obra y, poniendo al descubierto los siniestros manejos de Horacio –quien aquí es un insidioso correveidile manipulador de Hamlet–, concluye: “Sin embargo, Fortimbrás, que se benefició// de ganar el trono tan fácilmente,// puso gran atención e importancia// a cada palabra que dijo Horacio”. En otras palabras, Kavafis sugiere que el tortuoso Horacio se convertirá en lacayo del invasor Fortimbrás, príncipe de Noruega y ahora rey de Dinamarca, pasará a ser un personaje central y podrá medrar en la Corte.
duranayanegui@gmail.com