A fines de la década de los 70, los aficionados a la ciencia ficción pusimos como pretexto el entretenimiento de la prole para ir a ver la película Stars Wars.
La vi dos veces y renuncié a una tercera tan pronto como quedé convencido de que era inferior a Odisea del espacio 2001. Carezco de armas y razones para justificar mi opinión, así que me limitaré a narrar la experiencia más divertida que me deparó la producción de George Lucas: la de escuchar a un chamaquito de Montes de Oca explicando que sus personajes favoritos eran Citripio y Arturito.
Los pequeños son afortunados al no tener que entendérselas con las sopas de letras, que fascinan a periodistas y vendedores de artefactos inútiles, pero confunden a los desmemoriados. Obviamente, aquel niño, engañado por el doblaje al español, se refería a C3PO y R2-D2, dos simpáticos robots. Este último parecía un hidrante de aluminio.
Existe un compuesto químico cuyo nombre es impronunciable para el común de las personas, y por ello se le designa con un nombre comercial: 6PPD (sixpipidi, dirían en un doblaje fílmico español).
Es difícil encontrar un ser humano que no haya recorrido largas distancias literalmente encaramado encima del 6PPD, un antioxidante —no entremos en detalles— indispensable para que las llantas no se descuajaringuen en las carreteras con demasiada frecuencia.
Las normas de seguridad vial no podrían ser cumplidas si el material de las llantas no contuviese sixpipidi, y así será mientras no descubramos un mejor aditivo para el hule.
Son sorprendentes la diversidad de marcas bajo las cuales se comercializa el sixpipidi y las cualidades que cada una de ellas le atribuye, pero podemos ir apostando a que no se divulgará lo suficiente el hecho de que es una sustancia traicionera.
Recientemente se comprobó, científica y pacientemente, que, como parte del hule pulverizado que las llantas dispersan en ciudades y carreteras, el sixpipidi ya invadió las aguas lacustres y fluviales y ahí produce un veneno responsable de la muerte prematura de los salmones de cierta variedad económicamente importante.
«Que desaparezca una variedad de salmón», pensarán algunos, «no va a matar a nadie». Es cierto, solo que los científicos advierten no estar seguros de que el infortunio no afectará a otros animalitos. ¿Me explico?
El autor es químico.