La economía no crecerá significativa ni sostenidamente a no ser que aumente sustancialmente la productividad, es decir, la eficiencia con que se utilizan los distintos factores de la producción: trabajo, capital y recursos naturales.
La productividad sube cuando más bienes y servicios son producidos con la misma cantidad de factores, o el mismo número, pero con menos factores de producción.
La productividad es el motor fundamental del crecimiento a largo plazo, y únicamente mediante su incremento es posible elevar el nivel de vida de la población, porque mejores salarios reales (descontada la inflación) es el mecanismo a través del cual se transfieren los beneficios de la productividad a los trabajadores.
Un estudio de la Academia de Centroamérica y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestra que enfrentamos grandes retos.
El crecimiento de la productividad laboral se ha acelerado desde principios del siglo XXI y la productividad laboral crece en general, y converge cada vez más hacia los índices de los EE. UU. y el promedio de la OCDE.
No obstante, se debe principalmente a mejoras internas de las actividades productivas, y menos a la movilidad del trabajo desde actividades de baja productividad hasta las de mayor productividad (eficiente reasignación de recursos).
Apalancar el régimen definitivo
Basados en estos y otros resultados del estudio, urge una estrategia de mejora continua de la productividad, especialmente para los operadores en el régimen definitivo (fuera de zonas francas).
Si bien la productividad laboral creció de forma sostenida entre el 2000 y el 2022, la tasa fue relativamente baja (un 2,5 %). Si Costa Rica quisiera igualar en 25 años la productividad laboral de los EE. UU., tendría que hacer crecer su tasa del 6,3 % al año (en el caso de la OCDE, al 4,7 %).
Otra manera de ver este resultado es analizando que en el 2022 la productividad laboral (a precios corrientes y en paridad del poder de compra) era $23, mientras el promedio de los países de la OCDE llegaba a $54 y de los EE. UU., a $74.
Lograrlo es posible. En un informe de McKinsey, se señala que durante los últimos 15 años 30 países en vías de desarrollo o emergentes consiguieron llegar al 5 % anual. Lamentablemente, ninguno es de América Latina y el Caribe, sino de Europa oriental, Europa central y del sudeste asiático.
¿Por qué es tan baja la productividad de nuestro país? Bueno, en términos generales, porque a pesar de contar con un sector de media y alta tecnología muy productivo, su peso relativo en la economía es pequeño (el 15 % del producto interno bruto).
Además, la reasignación de recursos de actividades poco productivas hacia más productivas no es la norma, lo cual explicaría problemas estructurales, tales como la falta de promoción de la competencia y un mercado laboral mucho más flexible.
Otros factores son el decreciente esfuerzo en materia de innovación desde hace varios años. De acuerdo con la OCDE, en el 2014 Costa Rica invertía en I+D, como porcentaje del PIB, un 0,55 % y en el 2021 cayó al 0,27 %, y la tendencia a la baja es sostenida.
El país sigue sin atender sus enormes retos en educación, inversión en infraestructura, mejora del clima de negocios y del marco institucional.
La estrategia para la promoción del crecimiento de la productividad debe estar enfocada en apoyar a las empresas en el régimen definitivo.
Conjunto de acciones
Una estrategia eficaz debería identificar los determinantes de la productividad sobre los cuales es necesario actuar con premura a corto, mediano y largo plazo; establecer prioridades y determinar los requerimientos políticos, legales, institucionales, financieros y de recursos humanos para alcanzar los resultados deseados; y definir un plan de acción (roadmap), a fin de tomar las acciones necesarias, monitorearlas y evaluarlas.
Sugerencias para el primer punto de la estrategia: en cuanto a la mejora del entorno para la asignación de recursos, sería beneficioso reducir los trámites y promocionar más la competencia, simplificar el régimen tributario, fortalecer la coordinación y operación del Sistema Nacional de Calidad e incrementar la cobertura de la conexión a internet.
Para promover derrames de conocimiento de las empresas en las zonas francas sobre las locales, valdría la pena mejorar la focalización de la política de atracción de inversión extranjera directa (IED), promover la atracción de IED con énfasis en I+D, impulsar el desarrollo de clústeres, institucionalizar el Programa Descubre y mejorar su coordinación.
En materia de capital humano, deberían mejorarse las habilidades básicas, blandas y técnicas u ocupacionales de los trabajadores —especialmente de mandos medios que laboran con máquinas—, establecer incentivos para la movilidad laboral, ampliar la cobertura de la red de cuidado infantil, combatir la deserción estudiantil, fortalecer la educación técnica y crear un portal de información para apoyar la orientación vocacional.
Conviene mantener una política macroeconómica estable de financiamiento y propiciar espacios fiscales, principalmente mediante la reducción del gasto en áreas no estratégicas para la productividad.
Asimismo, es necesario fomentar la competencia financiera y mejorar el sistema de otorgamiento de avales y garantías.
Deben fortalecerse las capacidades en las cuatro funciones claves de política: el estratégico, el de diseño y coordinación; y el de ejecución, monitoreo y evaluación. La lista es mucho más extensa, pero bastan estos ejemplos para dimensionar la tarea.
Solo si nos atrevemos a soñar y a creer que podemos diseñar y llevar a la práctica este tipo de estrategias para mejorar de manera continua la productividad, emularemos lo que otros países están haciendo, en especial en Europa y Asia.
Conviene recordar las acertadas palabras del economista Ricardo Hausmann, quien afirma que “la pobreza es consecuencia de la baja productividad”.
El autor es presidente de la Academia de Centroamérica.