Con esto de que estamos en el umbral de las elecciones, y es urgente decidir por quién votar, me he puesto a pensar en que la democracia es el sistema en el que los demás se equivocan sin que uno pueda impedirlo o, dicho de otro modo, un modelo de convivencia en el que se está obligado a padecer el error de los demás.
Más tarde, he pensado que esta percepción, de ser cierta, explica también el fundamento de la tiranía, porque en esta, como no hay posibilidad de optar, no hay posibilidad de errar: simplemente, no hay ninguna posibilidad.
La conclusión a la que llegué es que la posibilidad es la esencia de la democracia.
Es un poco alambicado. Alguien me dijo que él sigue el procedimiento de clasificar las opciones de elección en tres grupos: las candidaturas irrelevantes, que carecen por completo de viabilidad, como si no existieran; las que la tienen en alguna medida, pero, de prosperar, por una o por otra razón lo repelen y en ciertos casos hasta lo horrorizan; y las que también la tienen y se puede votar con cierto grado de confianza.
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Me dijo además que no quiere desperdiciar su voto yéndose por las ramas; no obstante, se negó en firme a confesar a quién le va: el voto, me recordó, lo llevo en mi mochila, y las mochilas están hechas para que solamente las lleve el dueño.
Otro me comentó que antes era más fácil eso de decidir. Aludía a la democracia confortable, en que las opciones se reducían a dos, y en las que se daba por sentado que el mayor porcentaje de almas se adherían al partido en el que se había nacido y crecido.
Era un método previsto y previsible de definición del voto. Hay un país, agregó, donde la gente, con un desprecio incomprensible hacia la muerte, no conduce por la derecha ni por la izquierda, sino siempre por el lado de la calle cubierto de sombra: esta imagen ilustra cómo éramos.
¿Servirá más bien para ilustrar cómo somos ahora?, pregunté.
¿Qué ocurrirá el primer domingo de febrero? El dilema cívico a que nos somete la democracia es difícil; sin embargo, no conviene hacer como el hombre que cuando no soportaba algo se dormía: un día tuvo un sueño tan insoportable que despertó.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.