La Biblia está llena de citas en las que nos insta a ser personas de amor. Jesucristo nos dejó muy claro que el primer mandamiento es que nos amemos los unos a los otros, como Él nos ha amado (Juan 15:12).
El apóstol Pedro reitera ese llamado de amor hacia los demás: “En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde” (1 Pedro 3:8). Y, luego, Pablo lo reitera: “Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
La práctica de la compasión y la misericordia, siguiendo el ejemplo del mismo Jesucristo, nos llevará a estar más cerca de Dios.
Tener compasión significa empatizar con alguien que sufre y sentirse obligado a reducir el sufrimiento. O sea, se requieren dos pasos. Primero, ponerse en los zapatos del prójimo para entender qué puede estar sintiendo (ser empático), para luego entrar en acción con el fin de ayudarle a corregir la causa de lo que sea que lo hace sufrir.
El problema es que la empatía, ese sentimiento de identificarse con alguien más, parece ir en declive en nuestra sociedad. Según diversas investigaciones, la gente cada vez es menos empática. La tendencia de que los jóvenes viven cada vez más solos, sin pareja y sin hijos parece contribuir a la sensación de que no necesitan de nadie más para vivir felices.
La tecnología, con todas las ventajas que brinda, también refuerza esa tendencia negativa. sobre todo, a través de las redes sociales. Muchos ya no sienten la necesidad de salir del confort de su casa, ni para ir a trabajar ni para ir a actividades sociales —religiosas, culturales o festivas—, en las que puedan interactuar, cara a cara, con otros. En internet, encuentran de todo.
Incluso, la mera presencia de un celular en medio de dos personas condiciona la profundidad de la interacción que pueden tener, dadas las continuas interrupciones que se dan. La posibilidad de empatizar o conectar con el otro se ve limitada.
Que estos días, en que celebramos el nacimiento de Jesús, sean propicios para reflexionar sobre las cosas que no nos permiten estar más cerca de los que nos rodean. Practicar conscientemente la empatía y la misericordia, poniendo más atención a nuestro prójimo, nos acercará a los demás, y con ello, a Dios. ¡Feliz Navidad!
El autor es economista.