Hace pocos días nuestro país ganó el premio mundial Earthshot en la categoría proteger y restaurar la naturaleza. Es una excelente noticia y un reconocimiento merecido por nuestra trayectoria en materia de recuperación y preservación de bosques. Algo de lo cual alegrarse en momentos de tanta incertidumbre. De paso, Costa Rica ganó poco más de ¢860 millones, una suma que cae muy bien. Cuando nos la entreguen, ojalá la plata no caiga en el limbo de la «caja única» del Estado.
A Costa Rica se la distinguió por su programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA), que remunera a propietarios de bosques por preservarlos. Desde finales del siglo pasado, este programa ha logrado conservar cientos de miles de hectáreas. Sin embargo, en términos más generales, se galardonó al país porque, mientras en casi todo el mundo se experimenta una acelerada deforestación, aquí más bien hemos recuperado cobertura boscosa.
La magnitud de la recuperación varía según los criterios de medición que se empleen y la precisión de las imágenes satelitales. En la década de los ochenta del siglo pasado, el país tenía cerca del 30-35 % de su territorio con cobertura boscosa, y hoy andamos en alrededor del 55 %. Son unos 10.000 kilómetros cuadrados más con algún tipo de bosque en lo que antes eran potreros, una superficie parecida a la provincia de Alajuela o más. Sin duda, hablamos de un éxito de política pública, innovadora y perseverante, y de una muy amplia y vital participación del sector privado. Ahí, les va a los que satanizan al Estado o, alternativamente, a las alianzas público-privadas.
Sin embargo, como en toda historia, hasta en una de éxito como este, el borracho dobló por el callejón. En los últimos años nuestro empuje conservacionista se ha venido claramente debilitando: el PSA recibe cada vez menos plata, protege menos área y su gestión renquea, los parques nacionales no tienen plata ni para mantenerse abiertos, se detectan múltiples e impunes intrusiones de grandes plantaciones en zonas protegidas y políticos y grupos de presión insisten en permitir la minería y la exploración y explotación minera y petrolera aun en parques nacionales, reciclando los gastados argumentos del crecimiento económico a toda costa. Por todo ello, celebremos el premio, sí, porque toca, pero no nos durmamos en los laureles. El peligro acecha.
El autor es sociólogo.