La democracia se fundamenta en la libertad, los derechos políticos, el respeto hacia la dignidad humana, el papel relevante del control y la fiscalización, la separación de poderes, el apego al Estado de derecho, una sociedad civil activa, el debate de ideas, la rendición de cuentas y una ética estricta.
Socavar la institucionalidad, los mensajes populistas para concentrar el poder y distorsionar la realidad con el fin de influir en la opinión pública no son características de la democracia.
Hasta ahora, ningún gobierno había tratado de desmantelar los mecanismos de control y los equilibrios que fortalecen la democracia. Tampoco debilitar los medios de opinión independientes.
Tenemos que cuidar la democracia de las campañas de desinformación y de la polarización, fortalecer la transparencia y hacer frente a todo planteamiento autocrático. Fomentar como principio básico el debate constructivo y respetuoso de las ideas y los cambios que se propongan teniendo como objetivo el bien común.
En lugar del enfrentamiento continuo, tenemos que valorar el debate para ajustar las políticas a las necesidades cambiantes de la sociedad. La democracia debe innovar y ser dinámica para corregir los errores y deficiencias, y pensar con ilusión en el futuro.
Trabajar para todos
Tenemos que ser una sociedad más solidaria y reducir las preocupantes diferencias sociales, debidas en gran parte a la falta de eficiencia de un sector público que ha crecido sin que sea evaluado. Hay que debatir con nuevas ideas y acciones sobre el futuro de Costa Rica.
Hoy, nuestra bicentenaria democracia requiere hablar entre nosotros y alcanzar acuerdos sociales para mitigar los graves problemas éticos y estructurales. No es correcto reprimir a los que se oponen al pensamiento del gobernante. No está bien seguir con los discursos cargados de odio, desconfianza y resentimiento. Un buen líder político une.
El panorama se ha fragmentado en partidos y líderes emergentes que han debilitado el diálogo y producido un ambiente de confrontación que dificulta el consenso. Los problemas sociales son complejos y no hay soluciones simples y rápidas, pero no sigamos hablando de los costarricenses con corona y de un pueblo. Somos uno solo.
La educación pública debe ser de buena calidad, las instituciones deben procurar una mayor productividad. Pero no se avanza sin diálogo, sin intercambio de ideas y pensamientos.
Un buen diálogo requiere apertura, negociación, deliberación, respeto, comprensión y acuerdos; ceder cuando se trata del bienestar de la mayor cantidad de personas y no jalar hacia el beneficio de unos cuantos.
Vivimos en una democracia donde los cambios son posibles razonando, teniendo en cuenta que debemos escuchar, guardar silencio, prestar atención, evitar la burla, suspender juicios y hablar siempre con la verdad y respeto.
La gran desigualdad económica afecta cada vez más las percepciones que se tienen de las instituciones y genera una creciente desafección hacia los partidos políticos. Cuando la gente pierde la confianza en el Estado, busca llenar el vacío de maneras que perjudican a la totalidad.
El resultado son problemas como la delincuencia y, consecuentemente, la inseguridad. El poco acceso a los servicios públicos de salud, la mala infraestructura, la falta de vivienda y la crisis en educación debilitan la cohesión social y originan conflictos entre diferentes sectores sociales.
Mejoramiento del sistema
Los desafíos son complejos y las transformaciones necesarias deben llevarse a cabo dentro de los estándares de la democracia. El país necesita instituciones eficaces y no puede seguir con una estructura obsoleta, sin cuestionar objetivos, costos y resultados. No podemos quedar paralizados por falta de una evaluación apropiada que diagnostique lo que realmente necesita cambios.
Tenemos que lograr que todas las instituciones sean el pilar de la estabilidad y el mejoramiento social. No caer en las estrategias populistas que minan los pilares de nuestra democracia. Una democracia, por más imperfecta que sea, es el mejor modelo para resolver los problemas sociales, políticos y económicos.
El peor camino es la violencia verbal. No se debe fracturar más nuestra sociedad. Los líderes políticos deben tener madurez para alcanzar acuerdos en vez de promover la división. Quienes dirigen el destino del país deben hacer esfuerzos extraordinarios para solventar los serios problemas que nos aquejan.
Pidamos a nuestros líderes políticos mesura y concentración en busca de soluciones. Este es el reto que se nos presenta en una era en que los totalitarismos desean imponerse en el continente.
El autor es ingeniero.