Tuvo que venir Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a decirnos por qué Costa Rica es un país caro. En síntesis: la falta de competencia disminuye la oferta, sube los precios, perjudica a los más pobres y reduce la innovación y la productividad. Citando a mi amigo Eli Feinzaig, me siento reivindicado (“Restricciones a la competencia perjudican a los más pobres”, La Nación, 22/4/2018 )
La falta de competencia tiene varios orígenes. En algunos bienes claves para la seguridad alimentaria (arroz, lácteos, azúcar, pollo, cerdo y aguacate) las barreras son el arancel o la medida sanitaria. Estas barreras encarecen los productos para todos, especialmente para los más pobres, quienes gastan una mayor proporción de sus ingresos en alimentos.
Por eso, no es de extrañar que algún ingenioso costarricense publicara que había comprado un kilo de aguacates a tasa cero y a 12 meses plazo. Quienes se quejan hoy de que exista la posibilidad de gravar los bienes de la canasta básica deberían estar proponiendo más bien que se liberalice el comercio de estos productos.
Para tener un punto de referencia, la prevalencia de barreras no arancelarias y el costo de la política agrícola nos ubica en los puestos 117 y 96, respectivamente, de 137 países en el índice global de competitividad. Peor aún, pese a la protección, la productividad de algunas de estas actividades retrocede o se ha estancado en el mejor de las casos.
Otras barreras tienen que ver con las condiciones de la competencia doméstica. Mercados pequeños, poco concurridos, dominados por pocas empresas, es una cuestión generalizada. Hay varios de estos monopolios que son impuestos por el Estado: la producción, transmisión y distribución de la electricidad, la importación y distribución de los combustibles y la importación de arroz bajo franquicia arancelaria, son algunos de los más odiosos.
En otros mercados, las condiciones de la competencia se ven afectadas por muy pocos oferentes o por reglamentos técnicos. El ejemplo de moda es el cemento. Las consecuencias, por supuesto, ya las conocemos. No solo es cuestión de precios más altos. Las rentas asociadas a la falta de competencia son incentivo para prácticas indeseables.
¿Qué se puede hacer? El nuevo gobierno de unidad nacional tiene una gran oportunidad para remediar las situaciones descritas. Si vamos a sacrificarnos todos para pagar el ajuste fiscal, la liberalización del comercio, la promoción de la competencia y el aumento de la productividad en agricultura deben operar como mecanismos para bajar el costo de vida a los costarricenses.
En la siguientes líneas me atrevo a hacer algunas recomendaciones a tres ministerios cuyas responsabilidades afectan directamente los problemas descritos y de los que se habló muy poco en campaña: Comercio Exterior (Comex), Agricultura (MAG) y Economía (MEIC).
Comex. Comex debe retomar la agenda multilateral y trabajar para fortalecer la Organización Mundial del Comercio (OMC), la cual opera como nuestro salvavidas en un mundo complicado a las puertas de una guerra comercial. Debe continuar con la liberalización comercial en aquellos sectores protegidos, que como ya estableció la OCDE (y algunos profetas domésticos hace años) tiene relevancia para la distribución de la riqueza y el bienestar de los más necesitados.
Como mencioné en un artículo anterior, es prioritario negociar la incorporación a la Alianza del Pacífico, porque no hay razones de peso para evitarlo. Además, nunca sobra repetir, hay que asegurar la independencia de Comex y la autonomía de Procomer, tal como lo dispone la Ley de Comercio Exterior.
La gobernanza del sistema de comercio exterior y la atracción de inversiones de Costa Rica son reconocidas como de las mejores prácticas globales y, por supuesto, siguen siendo el motor de desarrollo del país.
Finalmente, debe aprovecharse el liderazgo de Comex para continuar el proceso de adhesión de Costa Rica a la OCDE, cuyos frutos van más allá del comercio y la inversión, pues incluyen la reforma del Estado y el fortalecimiento de nuestras instituciones.
MEIC. El MEIC es un ministerio importante con muchos sombreros, pero bastante olvidado. Primero, es clave, sobre todo, en política de competencia. El proyecto de ley de fortalecimiento de la autoridad de competencia necesita ser aprobado con celeridad.
Solo con regulación eficaz y con dientes, mejoraremos el desempeño de nuestro mercado interno y aseguraremos que los beneficios de la competencia lleguen al consumidor.
Segundo, es prioritario mejorar su capacidad e independencia en la formulación de normas técnicas y la puesta en práctica de instrumentos de defensa comercial. Tercero, Costa Rica se coloca hoy en el puesto 105 y 103 de 137 países en el número de días y número de procedimientos para iniciar un negocio de acuerdo con el índice global de competitividad.
Es necesarísimo que el MEIC lidere un vigoroso proceso de simplificación de trámites, que incluya a los gobiernos locales y beneficie por igual a empresas grandes y pequeñas, extranjeras y domésticas.
MAG. El MAG debe concentrarse en mejorar la productividad de los sectores que tienen ventaja comparativa y que compiten con las importaciones. Habrá desplazados cuando se terminen los plazos del TLC en menos de siete años, ¿qué vamos a hacer con ellos? Tenemos 10 años de TLC y la productividad del arroz es un 15 % menos que la de Nicaragua y un 50 % menos que la de Uruguay.
¿Cuál es la respuesta a esa situación? Así, el MAG debe evitar ser capturado por los intereses particulares de algunos sectores y enfocarse en el desarrollo de la productividad.
Relacionado con lo anterior, tenemos que impulsar otra vez un proceso de transformación productiva. Ya se hizo una vez con el liderazgo de Cinde a finales de los ochenta. Hoy sabemos más, la agricultura es más pequeña y somos más ricos. No debería ser tan difícil. Además, contamos con el capital humano que está latente en el sector agropecuario y que lideró la transformación anterior.
Por último, debemos mejorar las capacidades técnicas y la independencia de las agencias de protección de la sanidad agropecuaria.
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El gobierno que termina nos quedó debiendo. Hay que recordar que las mismas agencias que impiden hoy las importaciones son las mismas que certifican la sanidad e inocuidad de nuestras exportaciones. Es de extrema importancia levantar la reputación de estas organizaciones.
En síntesis, es posible mejorar la competencia y aumentar la productividad de nuestra economía. Se necesita voluntad, liderazgo y buena gerencia.
El autor es director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y Desarrollo Sostenible (CLACDS) del Incae Business School.