Antes de inventar la imprenta, la distribución del conocimiento era, de verdad, muy difícil. Supongo que incluso mucho del conocimiento producido era desperdiciado por no poder registrarse para la posteridad.
La imprenta, inventada hace más de 500 años por Gutenberg, trajo profundos cambios en la manera en que se producía y distribuía el conocimiento, cambios que afectaron el equilibrio del poder global. Producir conocimiento no solo se convirtió en buen negocio, sino también en fuente de poder. No fue rápido ni traumático, pero fue un cambio seguro y sostenido.
Hace tan solo 50 años, Vinton Cerf y Robert Kahn publicaron A Protocol for Packet Network Intercommunication (”Protocolo para intercomunicación por una red de paquetes”), un TCP/IP sobre el cual se construyó la internet.
Tan pronto como en 1980, académicos alrededor del mundo éramos capaces de enviarnos mensajes sencillos, pero cuando necesitábamos enviar un archivo grande (por ejemplo, un compilador) mandábamos una cinta magnética por correo, y en una o dos semanas nos llegaba, sin que nadie molestara en las aduanas.
Pronto, nos dimos cuenta de que la internet iba a impulsar tremendamente el comercio electrónico, el cual ya existía, pero funcionaba sobre redes privadas que utilizaban protocolos propietarios.
Internet, por el contrario, fue diseñada para que cualquier usuario con cualquier red que utilizara cualquier hardware o software se pudiera conectar. El diseño de paquetes con secuencia que pueden viajar por lugares distintos y volverse a armar al otro lado era contraintuitivo y muchos lo criticaron por ser ineficiente, pero ser abierto y resistente a fallas ganó la partida y en poco tiempo todas las redes del planeta estuvieron basadas en TCP/IP.
De las noticias a los chismes en línea
La facilidad de conexión trajo el costo marginal de distribuir contenido a (casi) cero. Esto cambió la industria de producción y distribución de contenido, en particular noticias.
Ya no eran necesarias enormes maquinarias de impresión y redes físicas de distribución de contenido en papel y tinta. Siempre fue valiosa la producción del contenido, sin embargo, la distribución perdió casi todos los puntos de fricción.
En esta misma época (hace como 20 años), empezó la producción de otro tipo de contenido. Contenido “social” lo llamaron, pero en realidad eran chismes y anécdotas fácilmente producidas, con muy poca o ninguna rigurosidad, y distribuidas de forma masiva, rápida y casi sin costo.
Esto trajo a su vez nuevos modelos de negocio, redes que conectan gente de manera aparentemente gratuita crecieron como la espuma y muchos creyeron que esos servicios eran gratis, incluso se percibía, y muchos todavía piensan, que los servicios en línea no tienen costo, por el simple hecho de ser en línea, donde el precio de la distribución es cercano a cero.
La regulación brilló por su ausencia y en las redes sociales crecieron enormes empresas dedicadas a comercializar datos personales para vender publicidad.
Nuevos modelos de negocio, éticamente cuestionables, empezaron a surgir (hace como 10 años) fundamentados en la desinformación, con la intención, ya no tanto de vender un producto o servicio, sino de influir en las creencias y los temores de grandes cantidades de usuarios.
Muchos usuarios, de otra manera sensatos y educados, compartieron sus datos íntimos y personales con desconocidos, muchos de los cuales consiguieron trabajo en granjas de troles, dedicados a fines no muy transparentes y muchas veces nefastos.
Mentiras a bajo costo
Hace como cinco años, la inteligencia artificial (IA) finalmente dio pasos significativos en su desarrollo, llevando el costo marginal de producir contenido, también, a un nivel muy cercano a cero.
Mentir es ahora más barato que nunca, las granjas de troles se desmaterializaron, ahora son solo software. Producir contenido es tan barato como distribuirlo globalmente, ya ni siquiera existe la barrera del idioma, las IA pueden mentir en todos los idiomas convincentemente muy rápidamente y compartir el contenido de forma muy específica. Ya no disparan con escopeta, sino con total precisión a cada uno lo que quiere o, peor aún, lo que necesita.
A mí me parece muy interesante un mundo en el que producir y distribuir contenido se torna gratuito y la escala crece ad infinitum. Las posibilidades son enormes.
El problema de la credibilidad toma dimensiones nunca vistas. Ya no podemos creer lo que oímos ni lo que vemos; audios y videos falsos son muy difíciles de discernir en tiempo real, no pasan la prueba en una corte de justicia, pero al calor del momento pasan la prueba de muchas audiencias.
Ya están empezando a aparecer regulaciones para la producción y el uso de la IA, no sabemos exactamente cómo van a hacer para vigilar su cumplimiento, pero por lo menos no van a repetir el error que cometieron con las redes sociales, que quedaron por la libre durante 15 años y causaron serio daño a la democracia y el planeta. Claro que las buenas intenciones son insuficientes para garantizar un resultado.
El valor del conocimiento
El contenido más importante que debemos producir y distribuir es el conocimiento. El conocimiento serio y duro es sumamente valioso, el conocimiento falso, sumamente peligroso.
El conocimiento siempre, hasta ahora, se ha producido con investigación y distribuido con educación. En Costa Rica, hasta hace pocos años, éramos muy fuertes en educación, aunque siempre hemos sido muy ralitos en investigación.
No hay que ser adivino para concluir que el impacto de la internet apenas empieza a verse, tampoco para concluir en la importancia de que la internet sea libre, rápida y disponible para todos, especialmente, en los centros educativos y de investigación.
Debemos conocer bien la historia de la internet para asegurarnos un futuro sin repetir ni perpetuar errores. Debemos aprender a vivir con la desinformación a gran escala, debemos enseñar a las nuevas generaciones a cuestionarlo todo. La rigurosidad de pensamiento ya no es solo para los científicos; es para todos y todo el tiempo.
Debemos analizar con cuidado nuestro estado actual de la internet y prever el futuro de estas tecnologías que sin duda impactarán nuestro desarrollo y bienestar.
No considero nada descabellado escoger lugares críticos del conocimiento donde enfocar nuestros esfuerzos de investigación, por ejemplo, para que todos tengamos acceso a internet de alta velocidad, o en diseñar IA que permita verificar en tiempo real el cumplimiento de las regulaciones. El conocimiento es vasto, y nosotros somos pocos.
Roberto Sasso es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.