Cuando la situación fiscal es complicada, una de las tareas primordiales debe ser la revisión de todos los gastos. Aquellos innecesarios deben ser eliminados. Sin embargo, en nuestro país abundan los ejemplos de gastos innecesarios que se sostienen intactos a lo largo del tiempo.
Está el caso de Japdeva. Con la apertura del nuevo puerto de APM Terminals, a mediados del año entrante, a Japdeva le sobraran 900 empleados. Esto es obvio, ya que el nuevo concesionario se hará cargo de buena parte del “JAP” de Japdeva –la administración del puerto–. A pesar de que esto se sabía desde hace rato, al día de hoy la institución no tiene un plan concreto de qué hacer con esos empleados.
El gobierno, de manera miope, dice que no tiene plata para liquidarlos ahora. Pero si no lo hace, esos 900 empleados seguirán devengando salario a perpetuidad –con pluses incluidos–, y luego saldrá aún más caro liquidarlos.
Japdeva dice que está pensando en invertir en algún proyecto para darles trabajo a estas personas, y no tener que despedirlas. Si por la víspera se saca el día, eso terminará en otro proyecto generador de pérdidas.
En su lugar, Japdeva debería ejercer bien su función de “DEVA” –desarrollo de la Vertiente Atlántica–, ayudando a crear las condiciones adecuadas para que los empleados desplazados del viejo puerto puedan aprovechar mejor las oportunidades que el nuevo puerto generará.
Luego está el CNP. Con el tiempo ha perdido las razones y funciones para las cuales fue creado: fomentar la producción agropecuaria nacional. Aun así, mantiene una extensa planilla de empleados. Sobrevive solo porque se apropia de buena parte de las utilidades del monopolio de Fanal y porque ha vendido algunas de sus propiedades.
Encima, recibe un subsidio del gobierno mediante el Programa de Abastecimiento Institucional (PAI). En este, el CNP les compra a los agricultores para luego venderles a otras instituciones públicas. Es una simple transacción financiera, que no agrega ningún valor. Ni la calidad controla. Es una operación que podría ser ejecutada de manera más transparente y barata con un sistema de compras electrónico. Sin embargo, el CNP cobra por ello un margen sustancioso, que corre a cargo del presupuesto nacional.
El gobierno dice que no le alcanza la plata, pero destina una parte de los impuestos a mantener programas que son, a todas luces, innecesarios e insostenibles.