Columnistas

Puercoespines en invierno

Sería maravilloso que fuera el amor lo que nos impulsara a juntarnos, pero no. Borges lo dijo de forma más contundente en su poema “Buenos Aires”: “No nos une el amor sino el espanto”. Y de esa realidad hay que partir para comprender lo que nos pasa.

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O bien se alejan de sus congéneres y mueren de frío, o se les pegan para calentarse, pero se clavan sus púas. El dilema es entre la soledad helada y la proximidad hiriente. La fábula es de Schopenhauer y retrata magníficamente la tensión de nuestra vida en sociedad. Material y emocionalmente necesitamos del “calorcito” de los demás, pero sus cualidades repulsivas nos repelen y distancian de ellos (y viceversa, no lo olvide). Nos repugnamos y necesitamos, así de simple. Es una de las conclusiones a las que llega Sartre en sus estudios sobre el “estar-con”, sobre el encuentro con el otro, sobre la convivencia: “El infierno son los otros”.








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