El miércoles fue de Fabricio; el jueves, de Carlos. El miércoles, Fabricio recibió el apoyo de 22 empresarios y economistas de distintos partidos y los presentó como su “equipo” en la materia. El jueves, Carlos firmó, junto a Rodolfo Piza, un acuerdo “por la esperanza, la equidad y el desarrollo” y sellaron una alianza.
En ambos casos, la atención mediática fue tan abundante como los discursos de unidad. Y con ambos culminaron gestiones exitosas por ampliar su apoyo y fichar posibles colaboradores tras el 8 de mayo. Pero aquí cesan las semejanzas.
El de Fabricio fue ejercicio público de adhesiones con tema único, sin objetivos explícitos ni claridad sobre la participación de los adherentes en un eventual gobierno. Por ello, lo que presentó no fue un equipo, sino un grupo con distintos grados de disponibilidad para realizar tareas por definirse e impulsar planes sin anunciar. Aun así, lo celebro. Algunas de las figuras mencionadas tienen probada capacidad para la buena gestión, siempre que quieran y las dejen.
Pero el cierto respiro que dan en ese ámbito llamado economía no despeja las mayores inquietudes sobre el candidato y su partido: su capacidad, comprensión del Estado, separación entre lo confesional y gubernamental, respeto a los derechos humanos y los compromisos internacionales, manejo de la política social y educativa, y actitud hacia la discriminación.
El de Carlos fue un acto más modesto en lo escénico –declaraciones conjuntas y firma del acuerdo con Piza–, pero más relevante y transparente en lo político. Su documento sintetiza un conjunto de compromisos y prioridades para la acción gubernamental, en derechos humanos, familia, educación, probidad, igualdad, estabilidad económica, crecimiento, empleo, salud, educación, cultura, seguridad social y ciudadana, infraestructura, ambiente, vivienda, reforma del Estado y política exterior. Además, supera amarres ideológicos y se abre a la diversidad de procedimientos y personas para alcanzar los fines.
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Su índole lo torna inédito y necesario en tiempos de dispersión político-partidista, introduce estabilidad en un entorno fluido y supera lo pasivo –adhesiones— para impulsar lo activo: proyectos. Es un ejemplo de madurez. Por lo anterior no tengo dudas: el jueves fue mejor día.
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