¿Qué escribir en mi último “Radar” antes de la segunda vuelta; es decir, este? (La Nación no circulará el próximo viernes). En medio de tantos “nublados”, decidí remitirme a una serie de principios que hasta hace poco dábamos por sentados, pero ahora están en riesgo. Los resumo en cuatro puntos:
1. Los derechos humanos son universales e indivisibles. Están en nuestra médula personal. Forman una unidad indisoluble sin la cual se borrarían la naturaleza y dignidad individuales. No admiten sesgo o discriminación. No se “dan”; se respetan. Y su reconocimiento, adhesión y defensa nos corresponde a todos, pero, sobre todo, a quienes gobiernan o pretenden hacerlo.
2. La evolución de la nacionalidad costarricense, como reducto personal, identidad colectiva, práctica de convivencia, cultura política, motor de desarrollo y fuente de liderazgo internacional, ha estado indisolublemente ligada a los derechos humanos. Son ejes de la Costa Rica esencial. Cualquier repliegue en la materia, implicará un retroceso de graves consecuencias para lo que somos y queremos seguir siendo.
3. La adhesión, impulso y observancia plena de nuestros compromisos internacionales en derechos humanos, y de las normas, convenciones y declaraciones que los sustentan, constituyen imperativos éticos, políticos y normativos ineludibles. Estos y otros instrumentos multilaterales sostienen el entramado que articula nuestra principal defensa como Estado: el derecho internacional; también, la seguridad jurídica que alimenta, incluso, nuestro atractivo para la inversión nacional y extranjera. Los intentos por limitarlos, reinterpretarlos o negarlos violentan una cultura legal, política y social clave para convivir y progresar.
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4. Que por primera vez en más de 70 años algunos sectores políticos, sociales y confesionales hayan convertido el irrespeto a los derechos humanos y la instrumentalización de la fe religiosa en tácticas, propuestas y discursos explícitos de campaña, marca un grave retroceso en nuestra evolución cívica. Sus implicaciones rebasan las diferencias programáticas, porque vulneran la esencia de la autonomía personal, del respeto a nuestros semejantes y hasta de garantías básicas reconocidas por la Constitución. Para mí, resulta inaceptable.
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