El lunes, bien entrada la tarde, la ministra de Salud, Joselyn Chacón, anunció lo que se denominó un “receso lluvioso”, a raíz de la plétora de internados en el Hospital Nacional de Niños por infecciones respiratorias agudas (IRA), muchas de ellas del tipo grave (IRAG), especialmente causadas por virus respiratorios en que el SARS-CoV-2 ya no es protagonista, pero sí el virus sincitial respiratorio.
Con ello, todos los niños y todas las niñas del sistema educativo nacional, público y privado, debieron suspender actividades presenciales desde el día siguiente y hasta este viernes. Las reacciones no se hicieron esperar, principalmente de los padres de familia que, de un día para otro, vieron alterada su planificación semanal; lo mismo ocurrió en el sector educativo.
El receso lluvioso se convirtió en ese momento en tormenta, una que bien pudo haberse evitado de varias formas. Empecemos por el principio: la inteligencia epidemiológica. Hace poco más de un año Agustín Gómez Meléndez y yo escribimos un artículo de opinión titulado “Costa Rica no utiliza la inteligencia epidemiológica” (La Nación, 21/8/ 2021).
Criticamos severamente la ausencia del uso de información en la planificación de la salud mediante el análisis de los datos históricos para prever el futuro mediante modelos robustos; asimismo, dijimos que no se aprovechan las experiencias del pasado más próximo. Costa Rica lo hizo de nuevo.
Hace apenas unas semanas, la ministra de Salud dijo a los diputados y al pueblo entero que lo del Hospital Nacional de Niños (HNN), o sea, la saturación debida a problemas respiratorios, es normal y que todos los años ocurre.
Si es así, y junto con ello venimos intentando salir de una epidemia de covid-19, de la cual los más afectados al final fueron los niños por no tener vacunas a su disposición, por la eliminación populista, irracional, facilista y, por efecto, dispendiosa, incluso a corto plazo, de las medidas preventivas contra la transmisión y el contagio del SARS-CoV-2, ¿cómo no se previó lo que finalmente ocurrió?
Cuando se usan los datos de forma inteligente y robusta, cuando se modela de forma adecuada y los datos observados se van ajustando a lo pronosticado, es posible activar mecanismos de contención y reducción de los contagios, así como el mantenimiento de bajas cantidades de nuevos casos y, en especial, de gente grave.
Cuarentena
Por otro lado, no dudo de que la ausencia de contactos de niños —y adultos— contagiados con virus respiratorios mediante una cuarentena de una semana tenga un efecto positivo en la reducción de los casos; si es el 25% que la ministra indicó a la prensa, no lo sé; todo dependerá de la forma en que los padres y responsables de los menores respondan.
Pero viene aquí la otra forma en que la tormenta pudo haberse evitado: el planeamiento sobre cómo se ejecutará la medida. Las reacciones en cadena de los distintos ministerios es la mejor prueba de que no hubo coordinación en el gabinete y mucho menos con los sectores propios de la educación; bastaría con preguntarles a unos cuántos altos dirigentes del ámbito educativo público y privado.
Olga Arguedas, directora del HNN, con su sapiencia y paciencia nos ilustró sobre la manera como el asunto se discutió, cuándo se tomaron y a cuáles acuerdos se llegó sobre las medidas —un paquete, nos dice ella— que se debe tomar para reducir la transmisión y el contagio de los virus respiratorios entre la población, con especial afectación de los más pequeños de la casa.
Si bien es cierto que el “receso lluvioso” fue una propuesta aceptada por las partes una vez vistas sus probabilidades de éxito, no creo que haya sido acordado el anuncio de su entrada en vigor del modo como se hizo.
De una manera, de nuevo facilista, el Ministerio de Salud se fue por la vía más sencilla de anunciar y, quizás, la de mayor impacto sobre el objetivo. Sin embargo, el paquete del que nos habló Arguedas no se aplicó en su totalidad, aunque en el HNN suplicaron por ello. Muchas veces lo que parece ser más fácil es, a la larga —o a la corta—, la ruta más sinuosa: ya lo estamos viendo y viviendo.
La tormenta, casi huracán, que experimentamos en estos días, desde el abrupto anuncio del “receso lluvioso”, pudo haberse evitado de múltiples formas; sin duda, la más eficaz era no eliminar nunca el uso de las mascarillas al estilo populista e irresponsable como se hizo y, por consiguiente, la pérdida paulatina de las otras medidas preventivas.
Cuestión aparte es, desde luego, lo concerniente al mal ambiente que se les hizo a las vacunas contra la covid-19 y las mascarillas por parte del Ejecutivo, aunque ahora quieran enmendar su craso error y, en el proceso, intentar ser validados por personas y sectores que no hace mucho fueron ignorados.
El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.