El Grupo Asesor Estratégico de Expertos en Inmunización de la Organización Mundial de la Salud actualizó en marzo las recomendaciones sobre el esquema de vacunación contra la covid-19. Personas cuestionan si lo recomendado anteriormente fue lo correcto, incluso grupos más reaccionarios lo dudan desde el comienzo de la pandemia.
El Grupo Asesor, contrario a lo que algunos quieran decir, insta a que cada país analice los esquemas de vacunación según morbilidad, relación costo-beneficio, costo-efectividad y costo de oportunidad. En ningún momento dice que las medidas del pasado fueron incorrectas, porque cuando se trata de ciencia no se debe ver la situación de hoy con los ojos de ayer.
Las medidas para prevenir el contagio del SARS-CoV-2 tuvieron que mutar al mismo ritmo que el virus, el conocimiento de él y la enfermedad. Las medidas, aunque arriesgadas, fueron las adecuadas en cada momento. De hecho, se deben ajustar según el comportamiento de la covid-19 y los determinantes de la enfermedad. Es un proceso de aprendizaje científico y hasta político.
Al principio, la evidencia, en sentido estricto, avalada por revisores, era limitada, pero provenía de centros de investigación y de reputados investigadores. Había un sentimiento colectivo de prepararse para la pandemia que implicaba hacer lo que correspondía en ese momento: estudiar e investigar. Se revisaba todo lo disponible en la literatura mundial dentro de lo posible y luego expertos de distintas especialidades y con criterio científico discutían, tomaban las decisiones y emitían las recomendaciones.
El 2020 marcó un hito, dio lugar a la mayor red de investigación y desarrollo multicéntrica y multinacional, con la colaboración desinteresada de muchos países. Las diferencias, de cualquier tipo, que en la ciencia prácticamente no existen, fueron dejadas de lado en lo político. La diplomacia científica fue fundamental, todo el mundo luchaba contra un enemigo común, el peor de todos, de origen infeccioso, en la historia médica más reciente.
Comprensión de la pandemia
Para comprender las medidas de prevención, deben ser analizadas las olas ocurridas hasta ahora. Estamos expuestos a múltiples variantes y subvariantes, pero podemos resumirlas en cinco variantes.
Durante el 2020, sufrimos los estragos de la variante original; luego, a comienzos del 2021, nos afectó alfa; y en el segundo semestre, fue delta la que causó las mayores pérdidas humanas.
En el 2022, la variante “original” de ómicron ocasionó muchísimos contagios, pero, proporcionalmente, pocas hospitalizaciones y fallecimientos. Sin embargo, la población de entre 5 y 11 años, la no vacunada hasta ese momento, resultó ser la más perjudicada.
Las subvariantes de ómicron que le siguieron han sido más benevolentes, aunque continúan los internamientos y decesos en cifras más bajas y constantes desde hace meses.
De cada variante es fundamental conocer transmisibilidad, gravedad, mortalidad, capacidad diagnóstica y eficacia de la vacuna; producto de las mutaciones, la variante original se transmitía fácilmente, pero palidece ante las subvariantes de ómicron, como la XBB 1.5, de altísima transmisibilidad, incluso más que el sarampión.
La gravedad y mortalidad también han sido diferentes. Elevadas tasas de mortalidad (letalidad) y hospitalización de la original; delta, aunque muy transmisible, fue relativamente baja en gravedad; eso sí, causó la mayor cantidad de internamientos y fallecidos.
Ómicron y sus subvariantes han presentado la más baja gravedad y letalidad. El diagnóstico mutó también durante la pandemia; en este aspecto, la secuenciación genómica fue trascendental para el diagnóstico, el abordamiento epidemiológico, las medidas preventivas y terapéuticas, y el desarrollo de medicamentos y vacunas.
Vacunación
Respecto a las vacunas, queremos hacer énfasis en que cuando estuvieron a disposición, esta medida preventiva resultó ser muy útil para la disminución de los contagios, hospitalizaciones y muertes. Se hicieron las mejores recomendaciones con conocimiento y la evidencia existente, lo que facilitó la toma de decisiones y la ejecución de planes y acciones para cubrir y proteger a la población.
Las estrategias de vacunación debieron ajustarse al momento epidemiológico y de disponibilidad de dosis. Primeramente, se administraron a adultos mayores y personas con factores de riesgo; también, al personal en la primera línea, pues el peligro de infección y enfermedad era mucho mayor, además de que se debían mantener los servicios de salud funcionando. Luego, la aplicación se llevó a cabo por grupos etarios y factores de riesgo. Esta estrategia evitó miles de hospitalizaciones y fallecimientos.
Asimismo, las vacunas se aplicaron en lapsos de tres a cuatro semanas entre la primera y la segunda dosis; luego se amplió a doce semanas. El criterio de oportunidad de cubrir la mayor cantidad de la población se sustentó en una mejor respuesta con ese esquema, según reportes en revistas especializadas y lo observado en otros países. Se logró, por tanto, cubrir a una mayor cantidad de población de forma temprana y oportuna.
Los datos mundiales indican que durante las olas de alfa y delta las personas con el esquema básico completo (dos dosis) tenían enormes probabilidades de evitar el agravamiento, la hospitalización y la muerte, comparadas con quienes tenían una o ninguna vacuna; y la protección aumentaba cuando se administraba la tercera dosis.
Así, no resultó antojadizo el esquema que la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología (CNVE) definió y, posteriormente, decidió como obligatorio.
Los casos en niños fueron pocos, incluso los graves, y los asintomáticos fueron muchísimos más. En los segundos, se reportan secuelas que afectarán su normal desarrollo.
La situación epidémica y de conocimiento sobre el virus, su comportamiento y de la enfermedad son ahora muy diferentes. Lo que la OMS hizo es una actualización de las recomendaciones según el momento epidemiológico actual: una variante muy transmisible, pero de baja virulencia, sumado a un razonable porcentaje de la población cubierta con un esquema básico de vacunación y la muy probable infección precedente de alguna variante del virus, que concede una protección híbrida de alta eficacia.
Albert Camus, en La peste, escribió: “El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad… el vicio más desesperado es el vicio de la ignorancia que cree saberlo todo y autoriza entonces a matar”. En Costa Rica, gracias a la ciencia, esto no ocurrió durante el tiempo de mayor incertidumbre y podemos confiar en que actuaremos de igual manera si se presenta una emergencia de similar magnitud.
Olga Arguedas Arguedas es médica inmunóloga, directora del Hospital Nacional de Niños.
Juan José Romero Zúñiga es médico veterinario, profesor de Epidemiología en la UNA.