Las elecciones del 2014 determinaron la irrupción de un nuevo partido en la conducción del gobierno. La nueva agrupación, en mucho nacida de una visión antipolítica, llegó al poder con la ingenuidad y la soberbia propias de la inexperiencia y chocó con la cruel realidad: no se puede ni construir ni solucionar problemas simplemente echando culpas a los demás, acusando a todos de corruptos, confundiendo ineficiencia con peculado y pretendiendo actuar unilateralmente.
Las dos rondas del último proceso electoral, la conformación del Directorio legislativo y el nombramiento del gabinete por el presidente, Carlos Alvarado, significan un importante cambio por la conformación de un gobierno con representación multipartidaria y por el relevo generacional y de género. Reiteradamente, me he referido a la conveniencia de un gobierno multipartidista cuando el presidente no posee una fracción parlamentaria mayoritaria o al menos muy numerosa.
Relevo generacional. Carlos Alvarado es el presidente más joven desde Rafael Yglesias, quien gobernó a fines del siglo XIX, hace 120 años. Carolina Hidalgo es la presidenta más joven de la Asamblea Legislativa.
Tanto en el Congreso como en el gabinete actuales abunda la juventud.
Debido a la disminución cada vez mayor de la tasa de natalidad y al aumento en la esperanza de vida, este cambio generacional, paradójicamente, se da al mismo tiempo que el promedio de edad de la población aumenta y el grupo etario con mayor electorado envejece.
La mayor juventud aporta importantes ventajas a la función política. Vivimos tiempos de muy acelerados cambios. Es época de innovación. Además, en el mundo democrático las prácticas políticas de la posguerra están cada día más cuestionadas. Ha disminuido el aprecio por la democracia y la globalización. La civilización del espectáculo convierte todo en entretenimiento y banaliza la cultura. Imperan los hechos alternativos. Las burbujas de personas con inclinaciones semejantes radicalizan el pensamiento en las redes sociales. Vivimos una época de graves cuestionamientos y se ha quebrado mucho la confianza de los ciudadanos en las élites.
Tradicionalmente se ha considerado que la falta de experiencia es la desventaja de la juventud. ¿No será ahora esta falta de experiencia —que elimina seguir los caminos conocidos— una ventaja para navegar en mares ignotos?
Relevo de género. Por primera vez en nuestra historia, un gabinete, en este caso el del presidente Alvarado, estará integrado por más mujeres que hombres.
En la Asamblea Legislativa no solo llegó la tercera presidenta de la historia, 18 años después de Rina Contreras durante el período cuando tuve el honor de ejercer la presidencia de la República. También, por primera vez, el Directorio legislativo tendrá una conformación con cinco estimables mujeres y un varón.
También es de destacar: la nueva Asamblea Legislativa estará integrada por un 46 % de diputadas, lo cual, con mucho, constituye la mayor representación femenina de nuestra historia en el órgano legislativo.
Esta histórica participación de las mujeres se da como continuación de un largo proceso en el cual durante años las mujeres han llevado adelante una dura lucha para alcanzar justicia en su participación política.
Soy testigo de excepción de la vocación de Lorena, mi esposa, por facilitar la actividad política de las mujeres.
Desde el inicio de nuestra actividad político-electoral, en 1987, Lorena se dedicó con enorme devoción y sacrificio a recorrer todo el país por su cuenta, acompañada de compañeras en esas lides, para reunirse con señoras del más variado nivel económico, posición social y desarrollo profesional, y aprender de ellas. Palpó en esos años cómo las mujeres efectuaban tareas muy valiosas para la actividad partidaria, pero casi no tenían acceso a puestos en los comités del partido en distritos y cantones ni a integrar las papeletas para ser candidatas a puestos de elección popular.
Con la ayuda de distinguidas académicas de nuestro medio y de expertas internacionales, concluyeron lo indispensable de establecer acciones afirmativas para forzar con cuotas la participación de las mujeres en comités y papeletas. Además, se convencieron —y nos convencieron a muchos— de lo indispensable de abrir campo en el Consejo de Gobierno para tratar en todas las áreas de la administración los temas destinados a luchar contra la milenaria discriminación en contra de las mujeres.
Para lograrlo, en 1995, se aprobó, en la Carta Socialcristiana a Costa Rica, establecer un sistema de cuotas obligando a que un 40 % de todos los órganos del PUSC estuviesen en manos de mujeres, y de igual manera se integrasen las listas para candidaturas a los puestos de elección popular.
Revolución. Esta revolución política después fue convertida en ley, y se ha ido perfeccionando determinando, primero, que debían ser puestos elegibles según el resultado histórico y, luego, que deben alternar hombres y mujeres en las papeletas, y su encabezamiento debe también ser equitativo entre los sexos.
También de estas tareas de Lorena y sus colaboradoras surgió el establecimiento de la ministra de la Condición de la Mujer y la apertura de las Oficinas Municipales de la Condición de la Mujer.
La mayor participación de las mujeres trae al gobierno todas las ventajas que ellas poseen. Entre otras: facilidad para atender simultáneamente tareas variadas, para trabajar en grupo, para evitar la confrontación violenta, para comunicarse y transar, una interpretación diferente de la realidad social.
LEA MÁS: Llevar la igualdad de género a la salud pública global
Lo anterior lo demuestra la experiencia de las corporaciones. Las compañías con al menos un 30 % de ejecutivas tienen un 15 % más de beneficios, según un estudio del Peterson Institute for International Economics.
El gobierno recién iniciado, por estas tres características de representación multipartidaria y predominio de jóvenes y mujeres, nos lleva a vivir una nueva experiencia, la cual todos debemos fortalecer para asegurar su éxito y permita enfrentar con solvencia los graves problemas que en distintos ámbitos amenazan el bienestar y el progreso de los costarricenses.
El autor fue presidente de la República de 1998 al 2002.