Clemenceau, primer ministro francés durante la I Guerra Mundial, dijo: “La guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares”. La frase tiene, por supuesto, su circunstancia. Él aludía a la necesidad de dar conducción política a una guerra de posiciones empantanada en las trincheras. Reivindicaba una tesis de Von Clausewitz, militar alemán que afirmó: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. En resumen, todo Estado requiere conducción y liderazgo, especialmente cuando enfrenta situaciones muy críticas.
No tenemos que ponernos muy trágicos para apreciar la verdad en esto, pues afortunadamente el Estado costarricense tomó la sabia decisión de abolir el ejército hace muchas décadas. Sin embargo, la frase de Clemenceau puede ser tropicalizada y es útil como máxima. Nos ayuda a recordar que las respuestas del Estado y la sociedad a problemas nacionales complejos y urgentes no pueden dejarse a merced de pleitillos políticos, las decisiones de personal de bajo y medio rango, los discursos para la galería o las acciones efectistas pero ineficaces.
Pensemos en el grave problema de inseguridad ciudadana que enfrentamos, incubado a lo largo de las últimas décadas. ¿De qué sirve decir “no fue mi culpa” y echar el muerto a los jueces? Fácil respuesta: de nada. La repartición de culpas no nos acerca medio milímetro a una respuesta eficaz de política pública, que requerirá acciones efectivas y coordinadas entre los poderes de la República, de las que carecemos hoy día. Se podrá ganar un par de puntillos de popularidad, pero más se alimentará dos factores que son veneno para una buena respuesta pública: crispación política y falta de colaboración.
En este tema no hay nadie libre de culpa (instituciones y partidos políticos). Por eso, lo más sano es serenarse, dejar de lado el “yo no fui, fue Teté” y (re)construir un amplio acuerdo político e institucional sobre los pasos concretos que se deben seguir para una política de seguridad ciudadana anclada en la democracia y basada en evidencia. Implica responder preguntas de fondo al estilo: ¿Cómo hacer política preventiva en tiempos de austeridad? ¿Qué tipo de intervenciones en los territorios? ¿Dónde? ¿Quién la hace? ¿Cuáles sistemas de información mejorar? ¿Qué cambios requerimos en las políticas punitivas? Ahí está el detalle, diría Cantinflas.
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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.