Además del drama humano, el coronavirus de Wuhan se ha convertido en actor protagónico en la geopolítica, en la política china y hongkonesa, y en una amenaza para el crecimiento global. Predecir su impacto es prematuro; dependerá de la duración y capacidad de contención.
El número oficial de contagiados es de aproximadamente 28.000 y el de fallecidos 700. Comparado con el SARS del 2003, la mortalidad es menor (10 % versus 2,1 %). Resalto el término “oficial”, pues el epidemiólogo Michael Mina, de Harvard, dijo esta semana que el número de contagiados es mucho mayor, unos 100.000.
Mientras el mundo se maravilla ante la capacidad de construir un hospital en 10 días y poner en cuarentena a 50 millones de personas, poco se comenta el descontento por la desaparición pública de Xi Jinping, lo cual es leído como una estrategia. El virus llega, además, en momentos cuando la economía china registra su nivel de crecimiento más bajo en décadas: un 6,1 %. En Hong Kong, Carrie Lam, cuya supervivencia política durante meses ha pendido de un hilo, ha aumentado el malestar al negarse al cierre total de fronteras, pese a la solicitud y huelga de las autoridades de salud. Al final, ordenó una cuarentena de 14 días para quienes vienen de China.
A la “guerra comercial”, actualmente en “pausa”, se ha sumado el componente viral. Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, acusa a Estados Unidos de crear pánico con sus medidas de evacuación y cierre de fronteras. Los mercados han reaccionado con una inicial caída para una pronta recuperación, a lo cual ayudó que el banco central chino prometiera una inyección de $175.000 millones para aminorar el impacto.
Algunas industrias empiezan a sufrir el efecto en el valor de sus acciones, como es el caso de las 22 aerolíneas que suspendieron vuelos a China. Otras, como la automotriz, se preocupan por su gran dependencia del mercado chino, donde el ejemplo más claro es Audi, pues un 40 % de sus utilidades netas provienen de ese país. América Latina y especialmente el sur, países para los cuales China es su primer socio comercial, podrían sufrir un fuerte golpe en un año en que las perspectivas de crecimiento, según el FMI, eran ya exiguas.
La autora es politóloga.