Está claro que la sutileza no es una cualidad de este gobierno, y menos cuando se trata de asuntos electorales, donde al menos debiera guardar las apariencias.
Sin embargo, las segundas intenciones parecen asomarse con mayor desparpajo en Zapote, conforme se acercan fechas importantes con miras a los comicios del 2026.
La semana pasada, el mandatario Rodrigo Chaves ofició una suerte de linchamiento político en contra de la exministra de la Presidencia, Natalia Díaz.
Resulta muy sospechoso que Chaves haya salido a denunciarla justo cuando, al parecer, ella se encuentra en proceso para oficializar sus aspiraciones presidenciales.
El gobernante aseveró que resoluciones emitidas por su otrora aliada y colaborada de confianza provocaron pagos ilegales por ¢23 millones a 71 funcionarios.
Si la supuesta irregularidad existió, qué bueno que salió a luz, pero igual surge la duda sobre por qué debieron pasar ocho meses para tan conveniente revelación.
¿Qué responsabilidad tiene el presidente por una aparente anomalía que ocurrió a pocos metros de su despacho? Esa puede ser una buena pregunta para la Fiscalía.
Pero, bueno, no nos engañemos. No hace falta una bolita de cristal para intuir que esta maniobra busca serrucharle el piso a un posible adversario político.
Es inevitable recordar la forma como el presidente destituyó a Luis Amador, su ministro estrella, por un aparente sobreprecio en un contrato en el que él también tuvo parte.
Claro, eran momentos en que Amador comenzaba a escalar en las encuestas de popularidad y a evidenciar un notorio interés por el triquitraque electoral.
De vuelta al caso de la exministra Díaz, hace unos meses se hablaba de una posible alianza con Chaves para las próximas votaciones, pero es evidente que algo ocurrió.
La falta de acuerdo sobre las posiciones que ocuparía el chavismo en la papeleta presidencial podría haber sido un punto de tensión y ruptura. No lo sabemos.
Tampoco sabemos si las últimas cinco renuncias que tanto celebró el mandatario en su gabinete generaron un reacomodo de peones y alfiles en el tablero chavista.
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Lo que sí sabemos es que el serrucho anda suelto en Zapote y que quien sea visto como una amenaza, ya sea propio o extraño, corre el riesgo de una aserradita.
