La semana pasada, los ministros de Relaciones Exteriores, Presidencia, Comercio Exterior y Ambiente presentaron a las fracciones legislativas un borrador de proyecto para dar un marco legal a la minería metálica en Cutris de San Carlos. El Frente Amplio no estuvo presente. El miércoles, en una entrevista con el periodista Roger Bolaños, el de Hacienda abogó por la aprobación del impuesto mínimo a las multinacionales impulsado por la OCDE, la venta de activos estatales y el establecimiento de la renta global, que suma la totalidad de ingresos para definir el imponible.
No dudo de que el desastre ambiental, social, económico y de seguridad que impera en el distrito sancarleño obliga a buscar una solución que armonice, con clave de sostenibilidad, los cuatro factores. Y ante la discrepancia entre una recaudación insuficiente (e injusta) y la necesidad de mejores y más estratégicos servicios estatales, la fiscalidad requiere abordajes más estructurales.
No son tareas fáciles. Para empezar, como dice el refrán, el diablo está en los detalles, y sin duda aparecerá a menudo. El proyecto de minería, por ejemplo, dice que el Estado “deberá procurar” que las empresas “se comprometan a respetar la legislación costarricense”, como si la legalidad fuera algo optativo.
Sin embargo, el gran escollo para avanzar en esas y otras iniciativas fundamentales de política pública, que tocan múltiples variables, intereses y desafíos, es otro y más serio: la pérdida de confianza en el Ejecutivo como actor indispensable.
Solo si se restaura será posible desarrollar las discusiones de gran calado y amplia visión que requieren. La confianza implica, como mínimo, el juego limpio, la armonía entre lo que se dice y lo que se hace y el respeto a los ámbitos de competencia de los actores institucionales, económicos y sociales. También pasa por la voluntad y capacidad para cumplir, y por prioridades centradas en el buen gobierno, no en el espectáculo pirotécnico. Todo esto es desdeñado en Zapote.
No dudo de las buenas intenciones y capacidad de unos pocos ministros, pero son músicos en una orquesta desafinada, con un director que enreda las partituras y se mofa de los ejecutantes. Por esto, y lastimosamente, muchas iniciativas y decisiones relevantes para nuestro bienestar tendrán que esperar. ¿Hasta cuándo? No sé.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.